La mezcla (Microtrilogía del desayuno II)
Luego, le echaron azúcar. Al tercer terrón, Arquímedes demostró su principio y hubo un derrame, seguido de un sorbo de amargura. Un removimiento cauteloso provocó un diminuto remolino. Se había iniciado la ceremonia de la disolución. Al final, se mezclaron y se convirtieron en uno solo, pero la dulzura prevaleció.
Me encanta esa minuciosidad en el relato de este preparado mañanero. Como no termina aquí, veremos si procede un acompañamiento sólido a la altura de las circunstancias.
ResponderEliminarMe gusta, me gusta, esperaremos un poco más a ver cómo finaliza.
Suerte, Notincgas.
Un saludo.
Gracias, Eva, por tu comentario, y por poner en valor el ejercicio de minuciosidad que me había planteado como reto.
EliminarEn cuanto al tercer elemento del preparado, te adelanto que no será una galleta.
Saludos
Un relato sugerente... ¡ Y van dos!
ResponderEliminarGracias, Anónimo.
Eliminar¡Qué relato más dulce! Galletas, no. Tal vez, una buena catalana, y no se trata de incitar al nacionalismo. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias, Soledad. En dos semanas, el desenlace.
EliminarSaludos cordiales,
La primera parte me dejó a la espera de la segunda y la segunda, de la tercera. Sigo esperando, que bien merece la pena.
ResponderEliminarUn saludo.
Fina
Gracias, Fina. Tus expectativas me alientan. Confío en que te guste el final.
EliminarSaludos
Que sencillo parece escribir un relato simpático y resultón de algo tan banal como poner azúcar al café. Y no es el primero...
ResponderEliminarSaludos
Jesús
Gracias, Jesús. Celebro que te haya gustado.
ResponderEliminarRespecto a lo de la banalidad (y sin perjuicio del valor añadido de los relatos más trascendentes), opino que lo esencial es contar una historia, aunque sea tan pequeñita como la del azúcar.