Perdices bajo el carbón
Cuenta las cabezas: seis. Falta una; el deslenguado ha vuelto a escaparse. Volverá, como siempre, arrastrando el gorro de cascabeles y llorando en silencio. También ella regresó con los sueños hechos jirones. El príncipe no necesita niñas mojigatas ni bufones mudos. Volverá y seguirán encontrándose, sin prisa, debajo del carbón.
Ya de pequeña, me olía algo parecido... veo que coincidimos.
ResponderEliminarFabuloso Patricia, le has sacado oro al clásico más "promiscuo" de todos lo cuentos... ;-)
Enhorabuena, guapa.
Un besazo.
Ja, ja... El cuento es lo que es: un cuento. Pero la vida, amiga mía, está llena de matices y descubrirlos, aunque sea escarbando debajo del carbón, nos permitirá colorear la vida más allá del blanco nuclear.
EliminarBesicos, Rosy.
Me gusta la segunda parte o continuación de este cuento clásico, al que se le ha desprovisto de tópicos, donde la inocencia de Blancanieves no es tal, sino mojigatería, el príncipe la ha rechazado por ello, por lo que no han sido felices ni han comido perdices. Al final la casita del bosque y sus siete pequeños moradores, mudito-deslenguado incluido, vuelve a cobrar protagonismo.
ResponderEliminarEspero no haberlo interpretado mal, que tampoco sería tan raro. En todo caso, una muestra más de la originalidad y frescura valiente de su autora.
Un abrazo de los buenos
Lo has interpretado muy bien, Ángel. Cuánto daño hacen los príncipes azules de la vida. Y, a veces, tenemos al lado a grandes héroes, que luchan incansablemente por sus sueños, y no reparamos en que ellos guardan la llave de la felicidad, más o menos escondida debajo del carbón.
EliminarAbrazos de los que no manchan.
Me inquieta la insistencia de tu protagonista por ser aceptado en palacio. Su actitud hace que esa felicidad bajo la miseria no llegue a ser ni mucho menos completa, sino pasajero consuelo, al tiempo que despoja del halo de la dignidad a la existencia de sus personajes. Todo ello sumado a la conducta del príncipe, desidealizada al extremo, hace de tu historia una continuación tremendamente real del clásico, que a mí en particular me ha encantado. Está escrito de una forma preciosa. Pero que sepas que te has llevado el arcoiris que nos regalaste el mes pasado.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo, Patricia.
Que no, que no, que el arcoíris sigue estando ahí. No es que Mudito quiera ser aceptado en palacio, es que quiere triunfar en el show business y dejar la mina. Y ella, resabiada al fin, pasa de cuentos de hadas y se está sacando un máster de Personal Coaching para enderezar a su amigo y triunfar juntos. Que madera tiene en enano, no creas.
EliminarUn abrazote, Enrique.
Pues cuánto me alegro, Patricia, que yo ya me estaba imaginando a uno en el bombero torero y a la otra dando los informativos territoriales, y no veas qué pena, :-).
EliminarUn abrazo.
Quizás los dos han apuntado demasiado alto en sus pretensiones y ese príncipe, tan en su sitio, les ayude a tomar conciencia de lo que son. No siempre soñar es bueno.
ResponderEliminarComo de costumbre, Patricia, tu imaginación viste de tiros largos. Felicidades con abrazo.
Ay, Juana, no me digas eso... Soñar, siempre y en colores. Los batacazos duelen, sí, pero nos hacen más fuertes.
Eliminar¿Sabes? Se me ocurrió la historia al leer tu relato del mes pasado, como habrás sospechado. Después del érase una vez, había que jugar con las perdices.
Un abrazo fuerte, Juana.
Bueno, pues me alegro mucho de haber servido con mi "Érase una vez" de un cierto empuje a tu idea de "Perdices bajo el carbón". Un principio y un final, que veo, bien podrían hilarse y hacer un cuento de 100 palabras. Otro abrazo fuerte para ti, Patricia.
EliminarPor eso de niña siempre quise ser un personaje que no tuvieran que salvar, entonces apareció "Mérida" jajaja además que con mi melena sólo me falta ser pelirroja, luego apareció tu relato y me ha encantado. Me gusta tu trabajo Patricia, eres muy original. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMuchas gracias, Geyna, chica de nombre precioso.
EliminarNo te dejes engañar. Tanto respirar bajo el carbón me ha fosilizado el cerebro. Y aquí vengo cada mes, a buscar al enano, que se me escapa en cuanto me doy la vuelta.
Un beso.
Patricia, tu micro impecable y genial, como ya nos tienes acostumbrados. Al leerlo lo primero que he pensado es que muchos de los cuentos clásicos necesitarían una actualización, pues nuestras fantasías han cambiado y hay algunos cuentos que no hay quién se los trague. Aunque apuesto siempre por la fantasía. Enhorabuena! Un beso
ResponderEliminarGracias, Pilar. Es que yo creo que hay que escarbar mucho para encontrar la felicidad. Y que está en pequeñas cosas, como trocitos de carbón, y cuando juntamos los pedazos, puede prender la hoguera y avivar el fuego que se resistía a calentarnos. O no...
EliminarUn abrazo fuerte.
Pues a mí me parece mucho más interesante este camino que nos propones que el del lugar común, Patricia. Según mi modo de ver las cosas, la felicidad exige cierta audacia y es una batalla que no merece un final acartonado.
ResponderEliminarTu relato exhibe al «Vivieron felices...» como lo que es: un eufemismo.
Muy bueno.
Un abrazo.
Vicente
Gracias, Vicente. El carbón está muy mal visto porque de pequeños nos amenazan con que será lo que nos traerán los Reyes Magos si nos portamos mal. Pero aquí y ahora reivindico el poder curativo de un poco de maldad y audacia, como tú dices, para aprender a cambiar el final de los cuentos, que la vida es corta y las perdices a la carbonara están muy buenas.
EliminarUn beso.
Siempre me ha gustado la continuación de las historias, imaginar qué pasará más allá del lapidario 'fin'.
ResponderEliminarTu poderosa imaginación ha dado un baño de realidad a la fantasía de una forma fantástica, con un final en el que me parece encontrar un consuelo mutuo a ese par de sueños rotos.
Realmente fantástico.
Un abrazo, Patricia
Muchas gracias, Antonio. Que sepas que espero con mucha expectación tu próximo relato. ¡Qué reto! Mientras me distraigo pegando trocitos de sueños.
EliminarUn abrazo.
¡Vaya!. Mucha gracias, Patricia. Espero que te guste o que al menos te sorprenda.
EliminarA veces, cuando el gris abunda, sé que en lo que escribes (tus tuits son magníficos) encontraré esos mosaicos de sueños que compones, y que sólo se pueden pegar más allá de los límites de la imaginación.
Totalmente deacuerdo con Vicente Varas. Me ha gustado mucho Patricia. Siempre me apetece seguir leyendo tus micros, por tu forma de relatar, para ver que pasa a continuación. Son como un aperitivo delicioso.
ResponderEliminarUn saludo,
No sé yo si las perdices al carbón son un buen aperitivo. Lo que es un alimento de primera es leer vuestros comentarios, que me dan siempre mucha fuerza.
EliminarMuchas gracias, Raquel.
Es de agradecer ese aire innovador e inconformista que rompe con los estereotipos almibarados de príncipes azules, princesas cursis… y todas esas historias terriblemente empalagosas. Qué bueno que nos hagas regalos de estos, que refrescan historias tan ñoñas y cursis de algunos de los cuentos de siempre.
ResponderEliminar¡Bravo, Patricia! Un abrazo.
Di que sí, MJ. ¿Quién quiere un príncipe pudiendo arrimarse a un minero? ¡Y mudo! Que los narcisistas principescos no paran de hablar y hablar, opinando de todo y escribiendo el final de los cuentos ajenos.
EliminarBesotes.
¿Qué decir? Que se veían venir dos cosas: que Blancanieves era muy cursi y en cuanto se le viera el plumero la historia cambiaría y que Patricia volvería a llenar de fantasía y originalidad, 50 palabras.
ResponderEliminar¿Cuál será tu próxima víctima? Que tiemble Cenicienta y su zapato de cristal.
Un beso.
Pablo
Ja, ja, es que yo nunca he sido muy femenina. Soy más de indios y piratas.
EliminarUn beso muy muy fuerte para nuestro peque, para que siga siendo nuestro Príncipe Valiente.
Y un montón de abrazos para ti.
Pero qué imaginación tiene nuestra Patricia, tu cuento me parece que supera la versión original. ¿Para qué empeñarse en vivir con un príncipe idealizado cuando se tiene siete buenos amigos con los que encontrarse bajo el carbón?
ResponderEliminarUn beso.
Buenos amigos, de los que no hacen preguntas cuando se vuelve con el lastre del fracaso y se abren los brazos los unos a los otros. Por lo demas, cooperativa de trabajadores y trabajadora, que regenta la carbonería con mano firme y emprendedora.
EliminarGracias, Asun y un abrazo.
Esta desmitificación del cuento borra totalmente el tópico de los príncipes, que con-vierten en princesa a cualquier niña sufrida. Esta historia es más verosímil. ¡Vamos a leerle esta versión a l@s niñ@s! Su relato confirma mi sospecha de que Blancanieves y los enanos escondían algo bajo el carbón. Muy bien, Patricia
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Beto. Es que la vida es muy injusta. ¿Por qué hay parques de atracciones dedicados a un ratón? ¡A un ratón que sabe hablar! Y el pobre mudito, como es discapacitado por partida doble, a picar en la mina. Algún día la historia le hará justicia, pero mientras, tiene una amiga con la que jugar bajo el carbón.
EliminarUn abrazo.
Lo que más me fascina del mundo de los microrrelatos en general y de esta página en particular es la inagotable imaginación de los autores. Es sorprendente constatar cuántas nuevas historias se pueden llegar a inventar. Y en ese universo de la fantasía, mi admirada Patricia, tú reluces más que el sol.
ResponderEliminarY como muestra un botón: Un príncipe azul que se torna negro como el carbón.
Siete besos níveos.
No sé yo si reluzco mucho. Una amiga me ha dicho que escribo "fatalismo mágico" porque mis cuentos suelen tirar por ahí.
EliminarPero tienes razón en que estamos construyendo un universo fantástico en esta página de imaginación inagotable. Es que con pintores como tú, es fácil seguir el camino.
Siete abrazos limpicos.
Hola Patricia, me encanta este nuevo final como continuación al clásico cuento de Blancanieves. Esta claro que no todo es "y fueron felices y comieron perdices" , y a un@ puede que las cosas no le salgan como piensa, pero al final siempre están los verdaderos amigos que jamas te abandonan y junto a ellos puedes reconstruir tu vida y comenzar a soñar de nuevo, como logras tu hacer cuando uno te lee, ¡soñar!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un beso.
Qué bonito, Javier. Muchas gracias por tus palabras.
EliminarUn beso grande.
Querida Patricia, lo tuyo es de quitarse el sombrero de plumas y subirte a hombros.
ResponderEliminarMe encanta el giro que le has dado a ese final tan empalagoso, estoy convencida de que esas perdices de cuento llevaban hasta miel.
Siempre que le he contado cuentos a mis hijas o cuando han visto películas Disney les he dicho que solo son cuentos, que la realidad es otra bien distinta. Y para muestra, aquí estás tú para dejarlo bien claro.
Brindo por finales reales como este tan maravilloso que nos dejas este mes.
Un beso grande.
Malu.
Gracias, Malu. Este final tal vez sea demasiado sórdido, pero ciertos finales de merengue hacen más daño del que parece. Me daba miedo que no se entendiera bien el relato, pero estoy muy contenta con vuestros comentarios.
EliminarAbrazotes para la madre y sus hijas.
Encuentros fugaces y a escondidas, eso es todo lo que el príncipe está dispuesto a ofrecer. ¡Cómo ha cambiado el cuento! Bravo, Patricia, eres única para estos menesteres. Un beso grande.
ResponderEliminarAl príncipe me parece que le da igual. Él con ser el centro del universo ya tiene bastante y no tiene tiempo para ponerse a cantar a los pajarillos, como su señora.
EliminarAbracicos, Matri.
La fastuosidad de esos brillos ciegan nuestra razón buscando la felicidad sin darnos cuenta que la tenemos cerca, en las pequeñas cosas, no tan resplandecientes pero más importantes. Enhorabuena, Patricia, por este relato que impregna de realidad y originalidad el cuento clásico. Un abrazo.
ResponderEliminarExacto, Salvador. Eso es lo que quería transmitir.
EliminarMuchas gracias y montón de besos.
Tu amiga es muy intuitiva y tiene una gran imaginación. Lo de "fatalismo mágico" viene como anillo al dedo a tu princesa y a mudito, es mejor que no se opongan a un destino ya marcado por tu magia.
ResponderEliminarMuy bueno, Patricia. Un abrazo.
Mi amiga lo que tiene es muy mala leche. Con lo romántica que yo soy... Dos almas perdedoras que se encuentran y se consuelan, encontrando, al fin, el amor. ¿Dónde está el fatalismo, señores del jurado?
EliminarUn beso, José.
¿Cómo es eso que dicen por ahí? "No es lo que cuentas, es cómo lo cuentas".
ResponderEliminarPues eso, que me voy con tu cuento a la cama, a dormir al calor de los rescoldos; ya habrá tiempo de soñar cuando despierte.
Un beso
Ja, ja, ja... Eso es lo malo, el cómo lo cuento. Os juro que intento enmendarme, pero es que la gallina no me pone un huevo decente.
EliminarAbrazos, Marga.
Hola, Patricia, perdón que me asome por aquí pero tengo que decirlo: la gallina te pone los huevos de oro. Me ha encantado tu micro. Muy acertado ese baño de realidad. El original tiene, a mi gusto, demasiado azúcar.
EliminarUn beso.
Gracias, Sandra. Si he conseguido haceros sonreír con esta tontería, me siento feliz.
EliminarAbrazos sin azúcar.
Como siempre das a la fantasía una vuelta de tuerca. En este mundo y en el de hadas los personajes tienen necesidades que satisfacer.
ResponderEliminarUn aplauso a la reina de las cincuenta palabras.
Es que mi libro sagrado es "Olvidado Rey Gudú", de doña Ana María Matute. Me gustaría escribir como ella, pero es imposible. Nunca seré capaz de tramar un juego de tronos, como el suyo, bebiendo de los cuentos tradicionales. Pero me conformo inventando historias en las que la magia sea más humana, como si ellos bebieran de nosotros. Me ha dicho el psiquiatra que con dos años más de tratamiento, igual me arregla la cabeza.
EliminarUn abrazo fuerte, Ricardo.
Patricia, desbordante imaginación! ... como siempre :-)
ResponderEliminarA ver si vas a abrir una nueva línea de argumentos: cambiar el final a los cuentos.
Un beso sin encantamientos.
Carme.
Y yo encantada de recibir tu beso y tu sugeencia.
EliminarMuchas gracias, Carme.
Un abrazo fuerte para ti.
Mi querida Patricia, siempre te luces con tus cuentos y hoy no es la excepción.
ResponderEliminarExcelente continuación de un cuento clásico, me ha gustado bastante y sobretodo por la lectura doble y triple que necesite hacer para comprenderlo bien.
Un gran abrazo!!!
¡Qué gracia! Justo comento en tu relato y veo que habías hecho lo mismo en el mío. Pues no te creas, no estaba segura de que se fuera a entender.
EliminarAbrazo y beso.
Hala, cincuenta comentarios..¿como se pone, con h o sin h como las alas de las perdices... Claro que esconderse debajo del carbón es refugiarse en el calor del otro. Por eso vuelven, aunque los sueños se hayan roto, aunque los tiempos se hayan perdido, porque se ha hecho con estas 50 palabras un magnifico relato, siempre hay que volver a leerte.
ResponderEliminarSaludos.?
Te confieso que estoy abrumada. Este relato es producto de la envidia y me he chivado del verdadero final de esta cursi porque soy una de las hermanastras de Cenicienta y a mí no me quiere ni el enano gruñón.
EliminarEsos saludos con interrogante me hacen sospechar que tú me has calado.
Abrazo fuerte, por si cuela.
Me encanta el giro de tu cuento, todos deberían tener uno , aunque solo para la lectura de los adultos, donde la realidad se reflejara para saber que no todo son princesas, ni todo perdices y besos.
ResponderEliminarya sabes que sigo tus letras tienes un crear diferente con un puntito que me apasiona. y para ello esta muestra de buen hacer. Fantástico Patricia.
Un beso grande.
(por cierto, creo que eres de Zaragoza, podríamos quedar un día y conocernos en persona ;) )
¡Paisana!!! No tenía ni idea. ¿Tienes cuenta en Twitter? Sé que hay un grupo de microrrelatistas intentando organizar una velada de relatos aquí. Si sale adelante intentaré localizarte y podríamos quedar.
ResponderEliminarBesicos y muchas gracias por tus palabras.
Revisión brutal de un clásico demasiado almibarado. Convertir a los siete enanitos del bosque en bufones de corte principesca, me parece genial. Pero claro, si su autora se llama Patricia Richmond, lo genial ya es supergenial.
ResponderEliminarVa mi me gusta y con este un fuerte abrazo y mi enhorabuena por tu desbordante imaginación.
Gracias, Don J.A. Es que, ya desde pequeña, le tenía mucha manía a Blancanieves. Mi infantil conciencia feminista me decía que no era normal lo que pasaba con esa princesita. Llega a la casa de unos tipos que no conoce de nada, guarros como ellos solos, que vaya pocilga tenían, y se pone tan contenta a limpiarla... Eso sí, mostrando ya su cara canalla y explotadora de infelices animalillos del bosque, que son los que limpian sin contrato...
EliminarAquí las pruebas, señores del jurado y pido mi absolución: https://www.youtube.com/watch?v=_2HKPkwJGpA
¡Jajajajá! Y gracias por el vídeo.
EliminarLA HERMANA POBRE DE LA CENICIENTA NECESITA UN APLAUSO DE ALIENTO. AHI VA.
ResponderEliminarJa, ja ja. ¡Gracias!
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