El monstruo
Rasgó la carta.
—Tengo que llevaros con el monstruo.
Tiró de nosotros, enrabietada. Mi hermanita lloraba. Bajamos del coche, temblorosos y asustados.
—¡Aquí los tienes, tú ganas, cabrón! Custodia compartida.
Siempre habíamos vivido con ella. Susi no le recordaba.
Sabía que era nuestro padre, y nos quería. Mamá nos mintió.
—Tengo que llevaros con el monstruo.
Tiró de nosotros, enrabietada. Mi hermanita lloraba. Bajamos del coche, temblorosos y asustados.
—¡Aquí los tienes, tú ganas, cabrón! Custodia compartida.
Siempre habíamos vivido con ella. Susi no le recordaba.
Sabía que era nuestro padre, y nos quería. Mamá nos mintió.
Carmen, en ocasiones la lucha entre dos conyugues que se separan afecta a los hijos. En este caso la madre fue injusta alejando al padre de sus hijos y mintiéndoles sobre él. En otras ocasiones la injusta es la justicia que obliga a que vean a un padre que es de verdad un monstruo.
ResponderEliminarMe gusta tu forma de contarlo.
Enhorabuena!
Besos
En una guerra, que es en lo que por desgracia degenera algunas separaciones, a veces hay víctimas, pequeños refugiados, personas manipuladas y convertidas en rehenes, pura mercancía o elemento arrojadizo, cuando no escudos humanos. Los más débiles e inocentes son los que más sufren. Nadie debería dar nada de lo que ofrecen recetado por categórico, la realidad es diversa y existen muchos puntos de vista. Esos niños acaban de aprenderlo.
ResponderEliminarBien contado.
Un abrazo, Carmen
Me pregunto Carmen, ¿Cual es el monstruo de los dos? Usamos a los hijos como rehenes de nuestras causas. Y eso nunca deberiamos hacerlo. Nunca podremos saber el daño que les hacemos. Buen micro y muy de actualidad. Abrazos
ResponderEliminarQuerida Carmen, qué bien lo has retratado, en realidad ambos son monstruos, ningún progenitor en proceso de divorcio o ya divorciado debería atacar al otro en presencia de los hijos, ya que lo único que hacen es envenenarlos y confundirlos.
ResponderEliminarUn beso, enhorabuena.
Malu.
Duro y real como la vida misma, cierto escalofrío se apodera de uno cuando llega el final. Estupendo relato. Un abrazo, Carmen.
ResponderEliminarCarmen cuentas de forma extraordinaria la realidad que se vive en muchas separaciones, cuando los hijos son moneda de cambio y las mentiras envenenan las realidades.
ResponderEliminarMuy buen relato Carmen, me ha gustado mucho.
Besos.
Me gusta el sonido de esa carta rasgada. Una buena música de fondo para la letra que escribes a continuación.
ResponderEliminarFelicidades, Carmen.
Un saludo
Muy bueno y desgraciadamente demasiado real y más habitual de lo que muchos y muchas pueden imaginar, además de que por ser yo una mujer, me molesta decir que, es un arma que las mujeres utilizan con demasiada frecuencia. Los hijos deberían quedarse al margen de las diferencias entre los padres, sobre todo cuando ninguno de los dos es realmente un monstruo. Enhorabuena.
ResponderEliminarCuando la familia se rompe olvidamos el daño que puede ocasionársele a los más pequeños: los inocentes.
ResponderEliminarSaludos, Carmen.
Completamente de acuerdo con el comentario de Álex. El sueño del egoísmo le genera pesadillas a la razón y crecer en medio del campo de batalla de los sentimientos, donde uno es el arma, nos expropia el alma.
ResponderEliminarBuen relato, Carmen.
Un abrazo.
Gracias a todos por vuestros comentarios. No hay nadie que no conozca un caso de divorcio, no hay nadie que no haya sentido esa realidad. Tú podrás dejar de amar a una persona, pero a los hijos se les debe poner por encima de todo. Son sagrados, intocables, o deberían de serlo. A veces nuestro egoísmo les marca para siempre. Abrazos.
ResponderEliminarPobres niñós, territorio donde se pelee la custodía, el dinero o lo que sea, mientras se les olvida y se les miente y el tiempo pasa.
ResponderEliminarEl padre les quería, no era monstruo. Afortunadamente llegaron a verlo y a sentirlo, a conocerse y estar juntos. ¿Quíen es el monstruo, eh, quien?
Creo que ya te han dicho los compañeros, poco tengo que comentar, reafirmar que no hay que utilizar a los hijos como herramienta de guerra. Un beso.
ResponderEliminarBuena denuncia de lo que no debería sufrir nunca un niño: ser el proyectil arrojadizo entre los padres divorciados.
ResponderEliminarA ver si el tiempo les ayuda a recuperar al padre, y la normalidad en el trato con ambos.
Un abrazo
Una situación que se da con demasiada frecuencia. Hay muchos monstruos que utilizan a los hijos como armas arrojadizas y como excusa fácil para hacer daño a sus ex parejas. Y los hay de ambos géneros, por lo que nunca, ni la justicia ni la sociedad, deberían hacer distinción. Contundente micro, Carmen. Un beso.
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