No habrá recompensa para los malvados
—Allah, ya estoy aquí. ¿Dónde me esperan las setenta y dos huríes que me corresponden?
—Yo no pedí tal barbaridad en mi nombre. Nadie te espera.
Rubén soltó el bolígrafo sobre la mesa. Pensó que escribirlo le aliviaría, pero no podía dejar de mirar la cama vacía de su hermano.
—Yo no pedí tal barbaridad en mi nombre. Nadie te espera.
Rubén soltó el bolígrafo sobre la mesa. Pensó que escribirlo le aliviaría, pero no podía dejar de mirar la cama vacía de su hermano.
Sorprende ese giro genial que convierte en acto presente de escritura el dolor de una víctima ante el vacío brutal de la pérdida.
ResponderEliminarImpactante, Galilea. Saludos.
Gracias, Manuel!
EliminarGalilea, a lo mejor me equivoco en mi interpretación. Está claro, que ni el propio Allah quiere que maten en su nombre, y hace ver al terrorista suicida que lo prometido es una falsedad.
ResponderEliminarMi duda es si, Ruben, es hermano de una víctima o rizando el rizo de mi imaginación, es hermano del terrorista.
Sea como sea, Galilea, me parece un relato excelente, con un título muy bueno, y una narración genial. Enhorabuena.
Besos, Galilea.
Sí, Javier... en principio puede dar lugar a duda. Pero si nos centramos en que lo que busca al escribirlo es "alivio"... Digamos que busca un castigo para el asesino... no una "justificación"... Pues entiendo que clarifica bastante, poniéndose en su lugar... ¿Qué te parece?... Ya me dices... A ver si llegamos a la misma conclusión.
EliminarMuchas gracias, Javier!
Lo penoso es que para los más malvados sí parece haber recompensa, aquellos que incitan al odio a otros para no mancharse ellos las manos.
ResponderEliminar¿Culpables o también víctimas? Un micro que da para pensar mucho.
Un abrazo, hermana de tierra.
Cierto... más allá del último eslabón, hay muchas más manos responsables y manchadas de sangre.
EliminarGracias por tu comentario, paisana!
Está claro que escribir alivia, es una terapia, te libera, etc... Pero cuando el dolor es grande solo el tiempo ayuda. Un tema de total actualidad, que ya quisiéramos que no lo fuese. Muy lindo, Galilea. Muy sentido. Un besito.
ResponderEliminarAsí es. Muchas gracias por comentar, María José
EliminarGalilea, a veces los hombres cometen las más terribles barbaries en nombre de los dioses, cuando ningún dios les pediría eso, solo los propios hombres son tan crueles.
ResponderEliminarLos que se quedan sufren siempre las consecuencias, tanto de la vergüenza como de la pérdida. Algunos intentan desahogarse a través de la escritura.
Muy buen micro.
Besos.
Muchas gracias, Pilar
EliminarEl mayor de los castigos para la más necia de las personas es que su acción atroz no se vea recompensada, que sienta la brutalidad cometida, saber que no hay recompensa para los malvados, solo cargar de manera perpetua con la inutilidad del propio sacrificio y del daño provocado, el saberse engañado y manipulado por otros. Todo ello, no consuela al hermano de una víctima de esa sinrazón, cuyo vacío nunca podrá llenarse. En un caso así ni siquiera la escritura sirve de consuelo, nada lo hace.
ResponderEliminarBuen relato.
Un saludo
Exactamente esto quería transmitir! Me alegra que lo hayas visto igual.
EliminarMuchas gracias por comentar, Ángel!
El hermano de una víctima del terrorismo de raíz religiosa intenta aliviar su dolor con la escritura. En algo le ayuda este diálogo entre el terrorista, que ve frustradas sus expectativas, y Allah, que no desea que se cometan más barbaries en su nombre. La escritura puede ser terapéutica, pero no alcanza a restituir la pérdida.
ResponderEliminarMuy buen micro, Galilea. Un beso.
Así mismo.
EliminarMuchas gracias por leer y comentar, Carmen!
No habrá recompensa para los malvados de a pie, ni castigo para los grandes malvados, esos que prometen en nombre de Allah u otros dioses y siempre consiguen carne de cañón para satisfacer sus odios o sus oscuros intereses. La escritura, entre sus bondades, no posee la de aliviar los dolores recientes, los que solo el tiempo logra mitigar.
ResponderEliminarMuy buen micro, Galilea.
Un cordial saludo.
Me alegra que te haya gustado. Gracias por tu comentario, Georges!
EliminarEntiendo al protagonista de tu micro, Galilea. ¿De verdad hay un Dios que quiere que se le adore mediante el asesinato? Pues vaya Dios. Creo que si Dios es todopoderoso, no necesita que nadie se convierta en juez y ejecutor en su nombre; ya se ocupará él.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por leer y comentar, Plácido
EliminarEl hombre bomba y su posteridad, que algunos se han encargado de inventar para que desde la infancia los niños se conviertan en kamikazes. Algo parecido al Paraíso prometido por Platón, en su "República" para sus soldados
ResponderEliminarTe deseo suerte, Galilea
Besito virtual
Así es...😔😔
EliminarGracias por leer y comentar, María Jesús
El título de tu microcuento encierra una gran verdad, nada más absurdo que ser premiado con el paraíso por haber asesinado a personas inocentes de forma indiscriminada. Puede que no exista dios alguno, pero de existir alguno es inconcebible que fuese uno que premiase tales salvajadas.
EliminarAsí lo dice el dios de tu historia, no puede ser un dios el que conduzca a la gente hacia el crimen y la barbarie, sino individuos rencorosos y diabólicos que utilizan la religión para lavar el cerebro a los débiles mentales, aunque estos hallan pasado por la universidad.
Aparte de esa verdad palmaria, tu microcuento tiene esa segunda parte de dolor donde una víctima mira la cama vacía de su hermano, y tiene que escribir acerca de su tragedia para ponerle un paño a esa fiebre que, probablemente, ya no lo abandonará en la vida.
Terrible y actual tu microcuento, y muy bien estructurado en esas dos partes que alumbran los aspectos más importantes del problema tan terrible al que nos enfrentamos las sociedades actuales.
Un abrazo, Galilea.
¡Ay, pero cómo puede ser, me había saltado tu texto, Galilea!
ResponderEliminarBrutal. Contado desde una perspectiva muy original al hacer que no nos demos cuenta hasta el final sobre quién está contando la historia, el hermano de una víctima.
Enhorabuena. Un beso.
Malu.