Oscura y atrayente obsesión
Allí vería llegar el tren y tendría tiempo para tumbarse sobre las vías.
Apareció a lo lejos y se acercó hasta los raíles. El tren tronó a su paso. Todo vibró dentro y fuera de su cuerpo como las cuerdas de una guitarra.
Faltó un paso más. Tal vez mañana.
Apareció a lo lejos y se acercó hasta los raíles. El tren tronó a su paso. Todo vibró dentro y fuera de su cuerpo como las cuerdas de una guitarra.
Faltó un paso más. Tal vez mañana.
Tu protagonista no se atreve a dar ese paso más, ojalá no lo haga, pero está jugando con fuego.
ResponderEliminarNos dejas en ascuas con tu final de "tal vez mañana". Esa vibración como las cuerdas de una guitarra está muy bien.
Buen relato, me ha gustado.
Un beso, Galilea.
Gracias, Javier
EliminarTu protagonista, a la que por algún motivo que no comprendo visualizo como mujer, podemos decir que vive en el límite de la navaja; si queremos ser más literales, en la frontera de la vida y la muerte, apenas separada por unos pocos centímetros. Un momento de bajón que agrave su estado, que no debe ser bueno, puede decantar su cuerpo hacia el lado en el que todo termina, pero también podría suceder lo contrario. Vamos a desearle que sea lo segundo.
ResponderEliminarUn relato interesante.
Un abrazo
Por algún motivo, yo también la imaginé mujer.
EliminarEs como dices... vivir en ese límite como una necesidad. Como un juego mortal.
Gracias!
Esperanzador final para un intento letal. Mañana seguro que no vuelve a las vías. Escuchará el sonido de la guitarra.
ResponderEliminarSuerte y un saludo, Galilea.
No lo sé... yo creo que es algo que no controla.
EliminarGracias, Maria Jesús
En momentos negros de nuestra vida, podemos ver la muerte como una salvación. También hay quienes, en un juego perverso, coquetean con la muerte como un desafío. No sé qué empuja a tu protagonista a su oscura obsesión, pero deseo que encuentre otra forma más segura para producir adrenalina.
ResponderEliminarMuy buen relato que atrapa al lector.
Saludos, Galilea.
Tal vez ni ella misma lo sepa. La mente y sus obsesiones...
EliminarGracias, Georges
Me gusta que plasmes el miedo de la protagonista a hacer realidad su oscura fantasía de liberarse de esta mundanal prisión del alma, con el traqueteo del tren, y con las cuerdas de una guitarra, cuando en realidad es ella la que tiembla metafóricamente, al no hallar el valor dentro para dar el último paso.
ResponderEliminarMe ha gustado Galilea.
Un Abrazo.
Todo tiembla en su interior... Ese filo... ese paso hacia adelante o no... Ese miedo, ese vértigo que le llama...
EliminarGracias, Raquel
Muy bueno. Ese "tal vez mañana" se estira como la vía del tren. Y las cuerdas de la guitarra ya no vibran cuando el tren se aleja. Todo está allí para adivinar el drama interior del personaje.
ResponderEliminarUn drama que le persigue.
EliminarGracias, Lucía
Por un momento me he sentido, junto a la protagonista, temblando bajo el tren. Lo has narrado con mucha fuerza. Es como cuando cerramos los ojos en una escena de cine que no soportamos. Quizá mañana encuentre algún motivo para aferrarse de nuevo a la vida.
ResponderEliminarMuy buen micro, Galilea. Un beso.
Ese punto insoportable...
EliminarGracias, Carmen
Me parece un relato genial, en el que expresas a la perfección el sentir de tu protagonista. Me encantó el final y el título.
ResponderEliminarUn beso.
Pablo
Gracias, Pablo!
EliminarNo sé si conoces la anécdota de las poetisas estadounidenses Sylvia Plath y Anne Sexton, las cuales intentaron suicidarse juntas tumbándose sobre las vías de un tren. Por esos caprichos del destino, pasó algo, no recuerdo ahora qué, si se estropeó el tren o llegó con mucho retraso, pero tuvieron que desistir de su intento.
ResponderEliminarLuego, ambas se suicidaron, Sylvia once años antes, algo que le reprochó Anne en alguno de sus escritos. Y escribo todo esto de memoria, así que puedo cometer alguna incorrección.
Por eso, nada más leer tu microcuento me han venido a la mente estas dos poetisas que, durante sus vidas, se expusieron al suicidio, e hicieron varios intentos hasta que, finalmente, se suicidaron.
Quizá también sea ese el destino de tu protagonista, que, como el título del libro de Marguerite Yourcenar sobre Mishima, tiene ante sí la visión del vacío, así que puede acabar arrojándose a él; en su caso, si sigue practicando ese juego macabro de acercarse hasta el borde mismo de las vías cuando se acerca un tren, así, el paso fatal puede darlo en cualquier momento.
Estremecedor microcuento que nos acerca a ese tema tan literario que es el suicidio. Enhorabuena, Galilea, un abrazo. Por cierto, muy bueno el título, valdría también para una novela negra.
No conocía la historia de las dos poetisas... Sí... es exactamente lo que quería reflejar. Ese precipicio, ese juego macabro que comentas. Esa necesidad de sentir el vacío incierto... ese límite imperceptible... tan sólo un paso... y del todo a...LA NADA.
EliminarGracias, Enrique
Uf, me has dejado la piel de gallina, menos mal que la casualidad o la suerte han desbaratado sus planes. Bien llevado el micro, con mucha tensión hasta llegar al final, donde nos relajamos. Un abrazo Galilea.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen!
EliminarEse oscuro juego donde la vida es poco más que un péndulo movido por al capricho obsesivo de una obscura atracción, nos pone al borde del inconsciente de nuestros propios abismos, donde la razón se torna esquiva y los sentidos enajenan su proceder común.
ResponderEliminarUn escalofrío subraya en la piel la lectura de tu relato. Saludos, Galilea.
Ese era el sentido... esa obsesión límite.
EliminarGracias, Manuel!
Me gusta mucho la contradicción (si podemos llamrla así) entre el relato y el final. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Omar!
EliminarPuede que le haga sentir vivo, percibir la muerte tan de cerca . Quizá por ello no dé ese paso más. Tal vez la vida sea el mejor regalo que arrebata la muerte.
ResponderEliminarQuien sabe si todo esto pasa por su cabeza al tiempo que el tren lo hace delante de su cuerpo.
Un relato muy interesante y con un enfoque del suicidio tremendamente original. Enhorabuena.
Un abrazo.
Sentirse vivo cuanto más al límite... sentir que está a tan sólo...un paso.
EliminarGracias, Antonio!
Este micro me recuerda la anécdota de una mujer a la que se sorprendía que su marido pasara tanto tiempo encerrado en el cuarto de baño. Un día, curiosa, miró por una ventana y advirtió que él tenía una pistola en la mano que se ponía en la cabeza, que se metía en la boca. Un día, por fin, escuchó una detonación.
ResponderEliminarMe ha gustado. Saludos, Galilea
Galilea, aunque dicen que el suicidio es un acto de cobardía, a mí me parece que hay que ser muy valientes para quitarse la vida. Tu protagonista, a pesar de que está obsesionada con la muerte, valors más la vida.
ResponderEliminarBuen micro.
Besos.
Escalofriante la escena que nos narras. Aunque hay personas que juegan a sentir ese vértigo que produce estar a un instante de la muerte, casi siempre suele haber detrás un problema serio, y si no se soluciona a tiempo suele acabar en tragedia. Esperemos que surja algo o alguien que le libere de "esa oscura y atrayente obsesión" y siga "vibrando su cuerpo como las cuerdas de una guitarra" (expresión muy acertada a mi juicio) pero por un motivo de vida, no de muerte. Muy impactante y bien contado, Galilea. Un abrazo.
ResponderEliminarNecesidad de desaparecer, de dar un paso que nos aleje de lo que estamos viviendo, bien sea necesidad de morir o de pasar a otra situación.
ResponderEliminarPerfectamente narrado y transmitido el sentimiento, Galilea.
Un beso.
Malu.