[Sin título]
Cuando me dispararon, primero me invadió el miedo. Hasta ahí, normal. Pero una vez vi que no moriría —pese al dolor termonuclear y el charco cada vez más grande de sangre extrañamente caliente— mi mente se recompuso. Y un pensamiento, reconfortante aunque inquietante, asaltó mi cabeza: "Tengo que twittear esto".
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