El pequeño manifiesto perdido de la condesa condenada
Tras aburrirme soberanamente, negarme a parir y obedecer; querer leer libros prohibidos, hablar a pesar de los "¡shhh!" y "¡calla, mujer!"; tras hartarme y desesperarme, en camisón me adentré en la iglesia con mis cabellos libres como quiero ser. Escribo desde mi celda, mañana me ahorcan. Pero no me arrepiento.
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