El sanatorio
Mientras suelto las pastillas en las hierbas altas, un chirimiri refresca el ambiente. La medicación empaña mi cabeza. El paisaje es precioso pero el interior de la casa es lúgubre, insano. Convivo con demasiados extraños. No comprendo qué hago aquí. Quizá pueda explicármelo aquel joven de blanco que se acerca.
Muy interesante este relato, Beatriz. El mundo de los enfermos mentales. Pero en este caso entiendo que está bastante lúcido, aunque está tirando la medicación... ¿o precisamente por eso? Me he quedado con la duda. Bueno, un relato para reflexionar, en todo caso. Me ha gustado. Saludos.
ResponderEliminarExactamente lo que piensas. La medicación no le beneficia en absoluto y por otra parte no llega a identificar el lugar en el que se encuentra ni sabe que hace allí. He trabajado con enfermos mentales y su grado de lucidez puede ser asombroso en un momento y al instante siguiente vuelven a su mundo irreal. Tremendo. Besos
ResponderEliminarMuy bueno, Beatriz, me ha gustado mucho. Creo, como tu dices, que refleja muy bien la situación de lucidez-confusión en la que a menudo se mueven las personas con algún problema mental.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Gemma. Mi intención era que tocara la fibra sensible de quien lo leyera aunque fuera en muy pocas palabras. Saludos
Eliminar¡Qué bien está Bety! estar en esa corta línea de la lucidez y confusión para nadie es fácil. (Incluso no tomando medicamentos) ¡Saludos!
ResponderEliminarAy gracias, tu siempre tan gentil. Anímate a participar. Besos
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