La criatura
Victoria tenía ya el tronco de su muñeca, los brazos, dos cabezas a elegir... Le faltaba la pierna derecha, así que salió a explorar contenedores.
Antes del anochecer, volvió con una pierna casi nueva.
—¡Papá, ya puedo montarla!
Desde su butaca, el doctor Frankestein la miraba con gesto de satisfacción.
Antes del anochecer, volvió con una pierna casi nueva.
—¡Papá, ya puedo montarla!
Desde su butaca, el doctor Frankestein la miraba con gesto de satisfacción.
Claro ejemplo aplicable de "de tal palo tal astilla" Frankestein puede retirarse tranquilo sabiendo que con Victoria la fama continúa asegurada.
ResponderEliminarFelicidades por un relato tiernamente monstruoso.
Todos tenemos un Dr. Frankenstein oculto en el interior, pero también un niño que suplica - mientras sonríe- a sus padres. Me ha encantado.
ResponderEliminarMe alegro de que os haya gustado.
ResponderEliminarPues sí, hay un poco de todo: el deseo inconsciente de los hijos por satisfacer a sus padres imitándoles, pero también el de los padres por hacer de sus hijos criaturitas a su imagen y semejanza.
Gracias por los comentarios. Besos.
Lola