Una manía como otra cualquiera
Aquella tarde decidió morir, cogió su querida libreta de pensamientos, lápiz y redactó la más triste carta de despedida jamás escrita. Quedó perfecta a falta de un pequeño detalle: no había destinatario. Había muerto hacía tiempo para el resto del mundo. Manía de mantenerse aislado escapando de todo... y nada.
Pobre hombre, suicidarse sin que nadie llore su pérdida...
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