Guerra
El soldado miró con desprecio el cadáver del enemigo. Levantó con odio su fusil y de un culatazo le aplastó el cráneo.
Más tarde unos perros se acercaron a comer los sesos y nosotros nos avergonzamos de pensar que, al menos ellos, habían encontrado algo que llevarse a la boca.
Más tarde unos perros se acercaron a comer los sesos y nosotros nos avergonzamos de pensar que, al menos ellos, habían encontrado algo que llevarse a la boca.
No hay mal que por bien no venga. Buen relato, Pulgacroft.
ResponderEliminarGracias Piel!
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