Alicia de los barrancos
Abajo, junto a los barrancos, nos reíamos del anciano que daba paseos y hablaba solo. Un día, con gesto serio, se acercó a nosotros.
—Esta es Alicia. Es de vuestra edad.
Miramos. No había nadie. Improvisamos unas teatrales y alocadas carcajadas que se nos atragantaron al escuchar aquella dulce voz.
—Esta es Alicia. Es de vuestra edad.
Miramos. No había nadie. Improvisamos unas teatrales y alocadas carcajadas que se nos atragantaron al escuchar aquella dulce voz.
Ver para creer, o más bien, en este caso, oír para creer. Este relato prueba que la realidad es relativa, que algo existe si uno lo decide, que de alguna forma cada uno puede crearse su propio mundo ¿no es eso lo que hacemos cuando escribimos? En todo caso, existen muchos mundos y no podemos o no queremos ver todos. Buen relato, Ignacio.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Ignacio. Así es la vida, desprecio para los diferentes.
ResponderEliminarUn abrazo navideño.