Bebía los vientos por Graciela. Los vientos y cuantas infusiones me recetaba.
Siempre encontraba algo en su tienda para combatir mis aftas, tiña, caspa, sarna, halitosis, alergias, mareos, fobias, temblores y otras dolencias que de continuo me asediaban...
Mas, ¡ay, cruel Graciela!, nunca tuvo nada para mi mal de amores.
Escrito por Enrique Mochón Romera