Cuestión de gustos
Ella estaba allí delante de él, sonriéndole. Ella, con su carita de niña traviesa, pero el hombre no se percató. Nunca se daba cuenta. Sólo respondía las constantes llamadas telefónicas de hombres en las que se ponía cariñoso, le brillaban los ojos y su voz cambiaba, como si estuviese enamorado.
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