Deseos irrefrenables
Hipólito Reyes parecía no tener ojos más que para ella. Miraba atentamente su cabellera rubia, ondulada; no parpadeaba ante aquellos pechos turgentes de juventud, oscilantes, ni ante sus caderas en continuo bamboleo. Y sus largas piernas... le dejaban, de nuevo, embobado, boquiabierto, antes de decir temeroso, tembloroso, quedo:
—¡Seño, pis!
—¡Seño, pis!
¡Qué Bueno! Me ha divertido muchísimo, fantástico. ¡Qué recuerdos de mi primera profe de inglés!
ResponderEliminarMe agrada Narión que te haya gustado y te haya traído al presente recuerdos escolares. ¡Y qué mejor premio para quien escribe que su texto haya divertido a quien lo lee! Gracias por tus palabras.
EliminarUna descripción de la "seño" muy sensual y muy lograda, que inicialmente te hace creer que el protagonista es un adulto, para acabar sabiendo que se trata de un niño de jardín de infancia. Muy ocurrente y bien contado. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarPues muchas gracias por tus palabras, Juana María. Y el niño... se hizo adulto (pero no soy yo, que conste). Pero la "seño" también cumplió años. Un amor imposible que se quedó solamente en esos deseos irrefrenables.
EliminarBuenísimo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Julia.
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