Inspiración
Eran las tres de la mañana. El hombre despertó, agitado. Abrió los ojos. Se levantó; se encaminó a su buró. Era el momento. Abrió el ordenador y, entre sus ágiles manos, las palabras se convirtieron en poesías que sólo él podía crear teniendo al silencio de la noche como testigo.
No hay nada como el silencio de la noche para dejar hablar a las musas. Me encanta Lorena. Un saludo.
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