¡Atiza!
La tarde llora sin consuelo. Unas pisadas, de barro, son prueba del tremendo aguacero; la puerta forzada, de que alguien entró con violencia. Cajones y armarios desordenados, ropa revuelta… un cuerpo inerte con el cráneo abierto.
Badila en mano, Doña Josefa, unos minutos antes, había dejado de atizar el brasero.
Badila en mano, Doña Josefa, unos minutos antes, había dejado de atizar el brasero.
¿Qué habrá pasado?
ResponderEliminarMuy bien, tío. Me ha gustado, y no poco. Otro técnicamente impecable. Vaya, qué rasmia os dais.
¿'Rasmia'? No la había visto ni escuchado antes. Pero está en el Diccionario de la lengua. Es verdad, algunos (y algunas) somos, como se dice por Andalucía, muy seguidos, en el sentido de tenaces y persistentes.
EliminarMe alegra, Rockberto, que te haya gustado y que mi técnica literaria te resulte impecable. Comentarios así animan a seguir teniendo rasmia.
Gracias.
¡Felicidades, José Antonio! Y esta vez por partida doble.
ResponderEliminarFina
Pues sí: ¡veinte microrrelatos en mis alforjas! Eso sí, como en botica, hay de todo un poco: unos mejores, otros peores y algunos que ni lo uno ni lo otro. Este, no es precisamente de los muy malos. Así que gracias por felicitarme doblemente, amiga Fina. Nos seguiremos leyendo.
EliminarEnhorabuena por esas mil palabras y por tu micro. Nos planteas un enigma en el que todo se sabe y nada que claro. Toda una lección de suspense. Suerte y con ganas de leer tu palabra número mil cincuenta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues seguro que llegará esa palabra mil cincuenta, Juancho. Igual que espero que llegue tu próxima microhistoria, siempre de una factura impecable (sin IVA). Y gracias por tus elogios que viniendo de personas como tú hacen que uno siga animado en esta aventura personal que es escribir, aunque sea con palabras contadas. Un saludo muy cordial.
EliminarComo dices, palabras contadas, cincuenta por entrega de las que ya van veinte, sólo te faltan treinta para coronar la media centena y hacer juego así con esta página, que es de Alex y un poco nuestra. Que podamos seguir escribiendo, leyendo y comentando. Un saludo, José Antonio.
ResponderEliminarPues muchas gracias por tus palabras, Ángel. Creo que era en 'El Burlador de Sevilla', de Tirso de Molina, donde se decía aquello de "¡Qué largo me lo fiáis!", pero me pongo manos a la obra desde ya para ver hasta dónde soy capaz de llegar. Un saludo y seguiremos leyéndonos aquello que buenamente escribamos y comentando cuando algo tengamos que decir.
EliminarCreo que no había oído la palabra badila desde mi más tierna infancia. Por cierto en casa decíamos badil, acabo de mirar y parece que ambas formas son correctas.
ResponderEliminarAparte de eso, un relato estupendo, me gusta especialmente esa incertidumbre del qué habrá pasado.
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EliminarCreo que por el sur lo normal es 'badila', pero efectivamente, como bien dices, badil es también correcto, de hecho es el vocablo que la RAE define en el Diccionario.
ResponderEliminarAgradezco que te haya gustado el microrrelato, 'kantellado', y tienes toda la razón con la incertidumbre sobre lo ocurrido: que cada cual piense en un posible final. Yo tengo el mío. Un saludo.
Muy bueno Jose Antonio. Me ha gustado la intriga que sugieres y el desenlace final. Por cierto en Salamanca decimos badila. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Jerónimo, por tus amables palabras. Me alegra que por Salamanca también se diga 'badila'. A mí, 'badil' me resulta extraño. Un abrazo para ti.
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