Cincuenta palabras
Comenzó a escribir. Las ideas salían automáticamente, casi sin querer, y se plasmaban en el relato. Palabra tras palabra, construía una pequeña historia que, esperaba, luego se leería. Seguía unas pautas determinadas, sencillas, pero imprescindibles. Era un reto curioso.
Pronto dejó de escribir. Contó las palabras y sonrió: exactamente cincuenta.
Pronto dejó de escribir. Contó las palabras y sonrió: exactamente cincuenta.
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