Las penas con pan...
Desde la cocina veía el camino serpenteante, solitario, callado. Seguía removiendo el sofrito. El bacalao aguardaba en un plato aparte. Miraba el reloj y la ventana. Puso un trozo de pescado en la sartén y el otro lo guardó en la nevera. Sus lágrimas ya no eran por la cebolla.
"Qué precioso".
ResponderEliminarMuchas gracias, Julia. Perdona la tardanza; pero hasta hoy no había leido tu comentario.
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