Perfectamente instruido
Estaba perfectamente instruido, preparado para matar sin pestañear. De un golpe abrí la puerta y entré con mi fusil.
—¡Despejado!
En un vistazo repasé la habitación, allí estaba ella, no más de ocho años, ojos negros como aceitunas y el miedo en ellos. Gracias a Dios esa vez sí pestañeé.
—¡Despejado!
En un vistazo repasé la habitación, allí estaba ella, no más de ocho años, ojos negros como aceitunas y el miedo en ellos. Gracias a Dios esa vez sí pestañeé.
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