Altos vuelos
A veces soñaba que él también podía volar y que las ilusiones no eran solo quimeras. Abrió los ojos, un aparato le hacía respirar rítmicamente. Bajó la vista: un ejército de tubos lo tenía rodeado. Despertó del sueño y contempló la realidad. Entonces recordó que nunca había aprendido a volar.
Silvia, tu relato sacude la conciencia.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Quizás deberíamos pensar lo afortunados que somos por poder caminar o respirar por nosotros mismos. Apreciar un poco más de lo que tenemos y no lo que nos falta.
ResponderEliminarGracias.
Las ilusiones suelen volar más alto que nosotros, pero no hay que renunciar a ellas, por mucho que nos limiten las circunstancias. Nada grande se ha hecho que antes no se hubiese soñado, incluso postrado en una cama. Aparte de ello, como bien dices, apreciemos lo que tenemos.
ResponderEliminarSaludos