Casa sin niños
Fue el propio árbol quien, introduciendo sus ramas por las ventanas, se llevó a los niños. Lo supe meses más tarde cuando, recordando aquel caso, pasé por delante de la casa. Mientras repasaba los detalles de la desaparición, probé una de aquellas manzanas. Aún no he olvidado ese característico sabor.
Sr. Urtiaga, me quito el sombrero y le hago una reverencia.
ResponderEliminarEl señor Urtiaga tiene un estilazo escribiendo que a veces me hace sentir envidia, aunque de la buena. Yo también me quito el sombrero.
ResponderEliminarUn abrazo
Radon
Para que luego digan que la fruta es sana. En lugar de ser vegetariano, que sería lo suyo, va el arbolito y se le antoja hacerse antropófago, sin importarle el colesterol. Muy bueno, Ignacio.
ResponderEliminarSaludos
Ya os vale, con lo poco que me prodigo yo en alabar lo mucho y bueno que hacéis y me venís con estas...
ResponderEliminarNi sombreritos ni reverencias, Patri (esto es para que quites lo de Sr. de delante), sabes que admiro de veras la calidad, la sensibilidad y la humanidad de todo lo que escribes.
A don TV, ni qué decir tiene que te cambiaba ahora mismo el "Reencuentro" por el mío, un abrazo.
Gracias, Ángel por analizar, participar, revisar, calificar, implementar, retuitear... Vamos, por todo lo que escribes y haces por los que escriben.
Nos leemos.
Usted pone a volar los sombreros de nuestras cabezas y nos impulsa un deseo irrefrenable de hacerle una reverencia.
ResponderEliminar