Devorada por insomnio
No existía, o al menos eso se contaba bajo sus interminables insomnios. La soledad además de seguir siendo un monstruo, se había devorado su propia identidad, mientras su hermano nihilismo le fue secando lentamente sus ojos y después las entrañas.
Y al amanecer quedó sólo un aliento en la habitación.
Y al amanecer quedó sólo un aliento en la habitación.
uff... intenso! Enhorabuena.
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