La culpa
Ella no lograba entender por qué lloraba su pérdida, por qué lo echaba de menos.
Morir quizás no era el castigo que merecía, pero aquel día él se pasó de la raya.
Y ella lloraba todo el día; en el comedor, en el patio, en los pasillos, en su celda…
Morir quizás no era el castigo que merecía, pero aquel día él se pasó de la raya.
Y ella lloraba todo el día; en el comedor, en el patio, en los pasillos, en su celda…
Llora, amiga. Llora y, cuando logremos tu indulto, que no te quede ni una lágrima más por quien no merece tu dolor.
ResponderEliminarYa sabes, Gallardón...
Enhorabuena, Marca.
Qué bien estructurado, 50 palabras repartidas en tres líneas de trazo largo. La primera expresa un sentimiento, la segunda constata un hecho y la tercera explica las dos anteriores. No sé si el sujeto se merecía el castigo, la pena máxima ejecutada sumariamente, sin juicio, por su víctima, pero estoy con Patricia en que ella se merece un indulto y, de paso, un novio como Dios manda que merezca su cariño y no la responda con palos.
ResponderEliminarMuy original y antes de que te lo diga nadie, distinto a tu estilo habitual, y no por eso, menos bueno.
Saludos, campeón
Un relato que como dice Ángel de aleja del marcamarillismo pero que no deja indiferente. Me ha gustado esa culpa amarilla.
ResponderEliminarAbrazos Microlunáticos
Radon
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS amigos escritores!!! :)
ResponderEliminarBueno, uno busca su camino y va probando ... jejeje
Un saludo Patricia, Ángel y Radon!!