Yo no quería
Cuando llegaron, todo había acabado. La escena era dantesca. La sangre chorreaba por las paredes empapando la alfombra.
Le encontraron con la mirada vacía, el cuchillo en la mano. "No pude evitarlo, mi familia me obligó", mascullaba entre lágrimas.
A sus pies el pavo yacía ensangrentado. Nunca olvidaría aquella Navidad.
Le encontraron con la mirada vacía, el cuchillo en la mano. "No pude evitarlo, mi familia me obligó", mascullaba entre lágrimas.
A sus pies el pavo yacía ensangrentado. Nunca olvidaría aquella Navidad.
Magnífico!!!
ResponderEliminarAngustioso microrrelato, Pilar, que te mantiene en vilo hasta el último momento, pero que provoca una aliviadora sonrisa al final. (Con todos mis respetos al pavo, ¡por supuesto!). ¡Me ha encantado, Pilar!
ResponderEliminarMª Jesús Rodríguez.
Mª. Jesús Rodríguez.
Muy bueno,
ResponderEliminarNo sé si sentirlo más por el pobre pavo, que antes o después iba a ser sacrificado, que por el padre de familia (supongo que será él, aunque no se dice), nombrado verdugo ejecutor contra su voluntad. Además, el animalito tuvo la gallardía de vender cara su vida con una segura resistencia. A ver quien limpia ahora la casa.
ResponderEliminarSimpático relato
Un saludo
Triste función la del verdugo, aunque sólo sea de un simple pavo.
ResponderEliminarPobre pavo, este original y dramático relato me ha recordado las Navidades de mi infancia, en que mis padres "guardaban" un pavo en lo que llamábamos "el cuarto de las herramientas" hasta que al pobre le llegaba su hora. Mi madre también lo pasaba fatal en esa hora, aunque el pavo era el que se llevaba la peor parte.
ResponderEliminarSaludos.