Luces de Esperanza
La casa vestida de fiesta, farolillos y guirnaldas, hasta una piñata. Sonrisas, corazones encogidos, las manos unidas para dar palmas. En el centro, la tarta, nata mezclada con sal de lágrimas. Media docena de velas que a la oscuridad desafían, destellos de titubeante esperanza. El niño calvo va a soplarlas.
Escrito por Ángel Saiz Mora
Bonito y entrañable, como todos tus relatos.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Muchas gracias, ya sabes que a mí me gustan mucho los tuyos.
EliminarUn abrazo
Sabor agridulce de una triste fiesta, ¡qué doloroso cuando el protagonista es un niño!.
ResponderEliminarUn sentido microrrelato dedicado a una microvida. ¡Precioso!
Un saludo, Ángel.
M.J.R.
Sentimientos de dolor, incertidumbre y preocupación, pero también una esperanza que se empeña en seguir latiendo.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un saludo
Ángel, impresionante todo aquello que no cuenta este microrrelato y que golpea al imaginarlo.
ResponderEliminar¡Sensacional!
Abrazos.
A veces lo que no se ve o no se cuenta es tanto o más relevante, como la preocupación de esos padres, lógicamente volcados en quien más quieren.
EliminarAgradezco mucho tu comentario, Nicolás.
Abrazos
Toca la vena sensible del lector y por añadidura el protagonista un niño. Hay que imaginar la cara de circunstancias de los padres, de los invitados, hasta del protagonista. Invita a muchas reflexiones. Pero pienso que incluso en un caso como este el niño se merece tener su cumpleaños.
ResponderEliminarEstupendo relato como siempre.
Jesús
Un niño siempre merece celebrar un cumpleaños, diría que en este caso con mayor razón si cabe.
EliminarMuchas gracias.
Un micro que toca el alma...y mucho.
ResponderEliminarEscrito con la pluma de la elegancia.
Saludos
Todo esmero es poco con un tema tan delicado, con tantas vertientes en poco espacio, donde he intentado que prevalecieran el amor, la lucha y la superación.
EliminarMuy agradecido.
Saludos
Me ha gustado mucho Ángel. Un tema que despierta sentimientos y lágrimas lo tratas con una sobriedad admirable y con dos palabras "sal" y "calvo" lo dices todo. Enhorabuena y suerte
ResponderEliminarConfieso que pensé suavizar algo el texto con la expresión "sin pelo", pero al final la realidad es la que es y como tal hay que enfrentarla, sin eufemismos.
EliminarMil gracias, Jerónimo.
Lo describes todo,solo ha faltado saber el número de velas,y hubiésemos sido parte del cumpleaños,Emotivo y real.
ResponderEliminarNo sé si un texto corto da para mucho, pero sí se puede intentar que unas cuantas palabras sean suficientes.
EliminarEn el fondo, como bien dices, late la posibilidad de que pueda ser real, escenas como éstas ya se habrán vivido y, lamentablemente, no serán las últimas.
Gracias y un saludo.
Muy emotivo. El relato habla de media docena de velas, por ende, seis añitos.
EliminarEfectivamente, toda una vida por delante.
EliminarGracias y un saludo.
Muy bueno ese giro final que nos desbarata la historia y la convierte en algo triste y emotivo. Bien Ángel....bien....
ResponderEliminarUn abrazo
Radon
Hola campeón, agradezco tu siempre valiosa aportación. A ver cuándo publicas el tuyo.
EliminarUn abrazo.
Tu microrrelato, Ángel, me sugiere emoción y esperanza ante la vida, pero también dolor (muy bella la imagen de la tarta, "nata mezclada con sal de lágrimas").
ResponderEliminar¡Muy buena historia y magníficamente relatada (que no es fácil con tan pocas palabras)!
¡Enhorabuena, va un 'Me gusta' y un saludo!
Gracias, José Antonio. Tú sabes cómo es esto de escribir, se intenta un poco a ciegas, siguiendo un raro instinto, sin saber lo acertado que estaremos ni la aceptación que tendrá nuestro pequeño producto.
EliminarMuchas gracias.
Es una historia muy emotiva pero, aún con su circunstancia, seguro que el niño agradece la fiesta. Me gusta.
ResponderEliminarSaludos.
Una de las cualidades de los niños, de los tenemos tanto que aprender, precisamente todo lo que hemos olvidado, es que en cualquier circunstancia nunca traicionan su naturaleza y son, precisamente eso, niños.
EliminarSaludos y gracias.
Ángel... Muy duro y a la vez tierno relato... ¿No será Caillou?
ResponderEliminarmuy bueno!
Un saludo de La Marca Amarilla! :-)
Me has hecho sonreír con lo de Caillou, ya se te nota la culturilla, aunque si se puede elegir seguro que te pasa lo que a mí, que prefieres el producto nacional, tipo Pocoyó.
ResponderEliminarGracias, artista.
Un saludo
Ufffff... desgarrador!
ResponderEliminar:c
Tienes razón, sí que es desgarrador, pero también he tratado de que no deje de latir la esperanza.
EliminarMuchas gracias por pasarte a comentar.
Un saludo.
Un cumpleaños vivido como si fuera el último. Bello y trite, y muy bien contado.
ResponderEliminarUn abrazo, Ángel.
Lola Pacheco
Deberíamos de vivir cada momento como si fuera el último, valoraríamos todo más, lo que ocurre es que se nos olvida.
EliminarMuchas gracias, Lola
Un abrazo
Siempre se pide un deseo al soplar las velas.
ResponderEliminarSeguramente que sus padres, en sus mentes y corazones pedían lo mismo que él.
Seguro que, como bien dices, compartieron el mismo deseo y con la fuerza de todos pudo hacerse realidad.
ResponderEliminarGracias y un saludo.
La esperanza es siempre el mejor clavo al que agarrarse.
ResponderEliminarSuerte Ángel.
Un abrazo.
Hay que aferrarse a ese clavo, como bien dices, aunque sea el último y a pesar de que queme.
ResponderEliminarGracias, Juancho
Un abrazo
Me gusta cuando una palabra redefine un cuento, “calvo” pinta no sólo al niño sino a lo que están sintiendo sus familiares y lo que significa en esas situaciones una fecha tan especial. Excelente. Saludos
ResponderEliminar