¿Los ricos también lloran?
Odiaba tomar decisiones. El simple hecho de tener que enfrentarse a una disyuntiva la enervaba y aquí de poco, o nada, le servía su dilatada experiencia. Con el interrogante acampando en su cabeza, bajó de nuevo la mirada: un Jimmy Choo en el pie derecho, un Prada en el izquierdo.
Tomar una decisión seria a veces puede resultar complicado, pero para esta mujer parece que el verdadero problema es que calzaba una vida demasiado frívola, además de algún que otro par de zapatos de lujo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, FNR. Ya te echaba yo de menos. ¡Suerte y
un abrazo!
María Jesús Rodríguez.
Una vida frívola que le había congelado las neuronas: ¿Para qué están los asesores de imagen? Me alegra saber que te ha gustado, María Jesús. Un abrazo.
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Es lo que tiene ser rico (o rica): que se puede elegir, lo que trae más de un quebradero de cabeza. Si solamente tuviera un par de zapatos (o ninguno), se le resolvían de golpe todos los problemas. Aunque, seguramente, tendría otros.
ResponderEliminarEnhorabuena y va un "Me gusta".
Un saludo y espero que el próximo no tarde tanto.
Casualmente es lo que yo siempre digo, José Antonio: con tan sólo un par de Jimmy Choo yo ya me conformaría. El resto no importa que fuera de "marca blanca": ya les pondría yo nombre (je, je, je). Gracias por tus siempre gratas palabras. Un saludo.
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Los ricos también lloran, pero la mayoría de las veces sin motivo. Es posible que el ser humano necesite de un cierto grado de preocupaciones para mantenerse alerta y los bendecidos por el dinero fijen su atención en pequeñas banalidades como la elección entre diferentes pares de zapatos de lujo y acaben por crear tempestades en vasos de agua.
ResponderEliminarY tu protagonista además odia tomar decisiones, me gusta la idea que los ricos, con todo su dinero, no saben ser felices. Me consuela pensar que ellos también tienen problemas que, aunque sean insignificancias, les agobian.
Saludos
Jesús
Gracias, Jesús, por dedicar algo de tiempo a comentar mi relato. En verdad que consuela saber que nadie se salva de tener cuitas. Aunque, entre tú y yo, hay días que incluso pagaría por cambiar determinadas preocupaciones por otras bastante más banales. Un saludo.
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La caprichosa protagonista debería ponerse una temporada en la piel de una mujer pobre y maltratada en Occidente, de una esclava en Asia o África, de una refugiada, o de una persona enferma, así aprendería a valorar lo que tiene, puede que hasta a compartirlo, de esta forma se le pasarían esos "problemas" y sería mucho más dichosa. Qué gran error dirigir la mirada sólo hacia uno mismo, con lo grande y diverso que es el mundo.
ResponderEliminarTodos tenemos manías y cuesta especialmente comprender a los ricos tan ricos, pero lo curioso de tu relato es que debe de haber personas así, igual que existen muchas realidades paralelas o muchos mundos dentro de éste.
Un texto con interesante contenido.
Un saludo
Gracias por dedicar parte de tu tiempo a comentar lo que mi relato te ha sugerido. Estoy contigo en que si todos dejáramos de estar constantemente mirándonos el ombligo y mostráramos algo más de empatía, quizás lograríamos que este mundo, en el que de momento estamos, fuera un lugar algo más agradable.
ResponderEliminarEn cuanto a la protagonista de mi relato, no creo que sea preciso alardear de imaginación para suponer que tal situación pudiera estar dándose en alguna gran mansión en este preciso instante. ¿Acaso el ser humano a lo largo de su existencia no ha demostrado y, lamentablemente, sigue demostrando un comportamiento bastante más criticable por ruin y despiadado?
Un saludo.
Fina