Contraprestación
Sonó el timbre.
—Ya estoy aquí.
Apresurada, subí la escalera, abrí el armario y cogí la caja donde lo guardaba. Bajé más lento y, respirando hondo, abrí la puerta.
Como cada primero de mes, lo contó y guardando el dinero en el bolsillo, el casero se marchó con paso firme.
—Ya estoy aquí.
Apresurada, subí la escalera, abrí el armario y cogí la caja donde lo guardaba. Bajé más lento y, respirando hondo, abrí la puerta.
Como cada primero de mes, lo contó y guardando el dinero en el bolsillo, el casero se marchó con paso firme.
Menos mal que tiene el dinero para pagar!
ResponderEliminarElena.
¡Qué tranquilidad da tener dinero!.
ResponderEliminarQué dos papeles tan opuestos y qué bien retratados con tan poco. Me sorprende tu modo de contar, tan superficial en apariencia. Es como acariciar con la yema de los dedos.
ResponderEliminarSaludos.
Es increíble como con tan pocas palabras se puede decir tanto. Desgraciadamente sin dinero no podemos sentirnos seguros. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por vuestros comentarios, me alegra muchísimo que os gusten, que los sintáis, que se entienda perfectamente la historia que quiero contar. Enrique, tú lo has descrito muy bien, acariciando con la yema de los dedos, pero si se rasca un poquito sale todo.
ResponderEliminarMe parece todo un reto escribir historias en 50 palabras y, sobre todo, en este blog, porque la calidad de la mayoría de lo que se publica es brutal.
Mil gracias, de verdad, por los comentarios.
Mil besos.
Malu.
Qué buena descripción, enhorabuena!
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