Límites en frío
No entendía nada. La llamó puta, antes dijo que la amaba. Pero esta era la última vez. La lluvia que golpeaba con recurrencia la ventana fue su única testigo. Metió con ímpetu la manó en su pecho y se arrancó el corazón de cuajo. Al primer mordisco lo comprendió todo.
Piedad, un microrrelato aterrador, que te deja pensando donde está el limite de la barbarie. Los monstruos lo colocan muy alto.
ResponderEliminarBuen trabajo.
Saludos.
Gracias Nicolás.
ResponderEliminarSaludos