Reconstrucción
Sólo me quedaban tres horas. Dios me había dado setenta y dos para reconstruir aquel templo, mientras Dalila, mi esposa arrepentida, me iba devolviendo pelo a pelo toda mi fuerza.
Empecé por el tejado. Ya sólo me quedaban las columnas. El principio.
Pensé: "¿Aguantaría tres horas sin volver a discutir?".
Empecé por el tejado. Ya sólo me quedaban las columnas. El principio.
Pensé: "¿Aguantaría tres horas sin volver a discutir?".
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