Si están verdes las manzanas...
Ahí estaba, parado en el dintel de la puerta, la cara de cordero degollado. Diez años, y ahora esto.
—Lo siento —dijo con voz entrecortada.
—Estoy muy enfermo —susurró.
—No sabía adónde ir.
Con movimiento de la cabeza le indicó:
—Adentro.
Desde su silla vio cómo le preparaba la cama.
—Lo siento —dijo con voz entrecortada.
—Estoy muy enfermo —susurró.
—No sabía adónde ir.
Con movimiento de la cabeza le indicó:
—Adentro.
Desde su silla vio cómo le preparaba la cama.
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