Brasil 2014
Cuando los gritos de los hinchas se apagaban, Carlinhos y Alberto se colaban en el Estadio Maracaná y cogían las sobras de los espectadores. Carlinhos quería ser arquitecto; Alberto, futbolista. Veinte años después volvieron a encontrarse en el mismo lugar. Buscaban entre las ruinas: aquellas ratas podían servirles de alimento.
Está fallando hoy el sistema. A ver si esta vez consigo comentar.
ResponderEliminarQuería decirte, Lorena, que has compuesto un relato con el futuro más negro que pueda imaginarse, un escenario donde se conjugan los sueños rotos de dos niños pobres, con la ruina del mayor estadio del planeta.
Un relato tan interesante como inquietante.
Un abrazo.
Gracias, Ángel, lo peor es que el relato se hará realidad, ya que los estadios construidos para el Mundial de Brasil, como denuncian los propios brasileños, no podrán reutilizarse para el bien de la ciudadanía
EliminarYo lo veo como una dura crítica a la hipocresía humana, y un repaso al maldito narcótico que adormece las conciencias, pero que reaviva la pasión por lo banal hasta límites insospechados. Sueños de infancia abortados por culpa de la falsedad, codicia, corrupción… de lo que todos, de alguna manera, somos culpables.
ResponderEliminarQue tengas suerte y que tu relato nunca se haga realidad.
Un abrazo, Lorena.
MJR
Muchas gracias, aunque, por desgracia, creo que mi relato es ya una realidad y la literatura debe hablar no solo de amores, sueños e ilusiones, sino también de lo más oscuro que hay en el ser humano.
EliminarUn abrazo
Lore, a veces existen destinos que por mucho que pase el tiempo es imposible cambiar, eso en la pobreza se da mucho. Un micro muy lógico que sabe tocar las conciencias.
ResponderEliminar¡Buen trabajo!
Abrazos.
Gracias, maestro!!!
EliminarUn abrazo
Híjole, qué tal denuncia. Muy bien! Saludos. María Ordóñez
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