En suelo austral
Me dejó diciendo que se largaba a Alaska. Que ya no soportaba vivir cabeza abajo.
¡Menuda excusa!
Meses después aún estaba aquí, en la Patagonia. La vi sentada en un banco, besándose con otro. Yo conducía camino del aeropuerto, cargado de maletas y con el cráneo a punto de estallar.
¡Menuda excusa!
Meses después aún estaba aquí, en la Patagonia. La vi sentada en un banco, besándose con otro. Yo conducía camino del aeropuerto, cargado de maletas y con el cráneo a punto de estallar.
Amor y desamor en un original relato de viajes a medio emprender. Y ese encantador toquecito de humor e ironía que provoca una sonrisa. Ella, cabeza abajo, pero él, de cabeza tras ella. Enhorabuena, Enrique, me ha encantado.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias, María Jesús. Mi historia ha ganado enteros con tu magnífico comentario. Destilas literatura.
ResponderEliminarSaludos
Un planteamiento sumamente original, que aprovecha o bebe de la geografía y de esas preguntas inocentes, aunque obvias, que nos hemos hecho de pequeños, acerca de si los señores de debajo del planeta estarían al revés.
ResponderEliminarUna historia, en suma, de desamores que traen de cabeza, revestida con un barniz de humor.
Un saludo, Enrique
Muchas gracias, Ángel, una vez más, por tu perfecto análisis y generoso comentario.
ResponderEliminarUn saludo.