Ensueño
—¡Madre!
Sintió el roce de su llamada. Súbitamente se sentó en la cama y abrió los ojos buscándolo con ansiedad.
Lo llevó de la mano hasta la ventana abierta a la noche, mientras se miraban infinitamente a los ojos.
Él susurró algo que aventó su corazón. Después, sonriendo, se fue.
Sintió el roce de su llamada. Súbitamente se sentó en la cama y abrió los ojos buscándolo con ansiedad.
Lo llevó de la mano hasta la ventana abierta a la noche, mientras se miraban infinitamente a los ojos.
Él susurró algo que aventó su corazón. Después, sonriendo, se fue.
La mirada infinita a los ojos entre una madre y un hijo es poderosa. Especialmente en una despedida.
ResponderEliminarAsí es, un encuentro para despedirse con las miradas, a penas con un susurro. Y ella quedará confortada con su sonrisa.
ResponderEliminarGracias por tu acertado comentario.
Chusa
Qué bella descripción de ese fugaz encuentro entre madre e hijo, en la brevedad de ese ensueño, entre real e imaginario.
ResponderEliminarEnhorabuena, Chusa, por este micro tan conmovedor para el que entienda su profundo significado.
JLF
Un instante de ensoñación que resuelve la despedida que nunca llegó. Despedida eterna que, sin duda, se reproduce todas las noches de todos los días para esa madre.
ResponderEliminarMuchas gracias. Saludos, JL.
Me llegó al corazón, Chusa. Muy bueno. Así nos pasa a las mamás que tenemos a los hijos lejos... los despedimos, quedamos devastadas, pero si lo hacemos bien, ellos se van con una sonrisa... Felicidades. Saludos! María Ordóñez
ResponderEliminarNunca es lejos cuando pueden volver, incluso la alegría del reencuentro lo compensa todo, lo sé muy bien. Pero cuando ya no hay regreso posible... solamente queda el consuelo del encuentro en un confortador ensueño.
ResponderEliminarMuchas gracias, María, por tu alentador comentario. Un saludo.
Un relato lleno de sensibilidad. Emotivo y conmovedor.
ResponderEliminarEnhorabuena, Chusa.
Gracias, Belén, me alegro de que te haya gustado.
ResponderEliminarUn saludo.