Fauna
Me costó convencer a la doctora de que, pese a mi apariencia humana, soy un oso. Únicamente entró en razón cuando exhibí mi hirsuto tórax y bramé como un poseso a cinco centímetros de su rostro. Pero ignoraba que ella era una víbora; su inesperada mordedura provocó mi desmayo fulminante.
Muy bueno y contundente
ResponderEliminarMuy buen micro, Rafa.
ResponderEliminarJajaja! Qué buenos relatos los de hoy! Jajaja!! Felicidades Rafa Sastre! Saludos, María Ordóñez
ResponderEliminarMuy ocurrente, Rafa. Hay que sopesar muy bien a quién te enfrentas. Te puede dar sorpresas.
ResponderEliminarSaludos,
Belén