Dolor eterno

No había sida capaz de interpretar las señales. Hasta ese momento. Aquella mirada que vio en su rostro al despedirse, llena de tristeza y resignación, la ayudó a comprender que él la amaba, que su corazón le había pertenecido siempre.

Lloró amargamente al pensar que iniciaba un viaje sin retorno.
Escrito por Yolanda Bruch - Twitter

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