Hora punta
El chirrido de una biela oxidada me despertó de mi letargo. Una marea humana me había rodeado. Todos bailando al unísono con el vaivén del vagón. Allí no cabía ni un alma. Mis labios repetían una y otra vez su nota de despedida. Nunca jamás me había sentido tan solo.
En algún momento de nuestra vida así nos hemos podido sentir: en medio de una muchedumbre y sin embargo completamente solos con nuestra drama personal. Me ha encantado, Stbn. Un saludo.
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