El suicidio
Lo preparó todo con especial esmero. Papel y tinta, una estilográfica de plumín afilado, cortante como una hoja de afeitar. Todo reposaba sobre la mesa con una disposición de ritual. Cogió la pluma y la hundió en la noche del tintero. Cuando comenzó a escribir, empezó el suicidio del poeta.
Mis felicitaciones, Irroca. Me ha gustado mucho la idea de utilizar la propia sangre como tinta y escribir con ella las postreras palabras, pero me da que el papel quedará un tanto emborronado.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Carles. A veces escribir es suicidarse. Agradezco enormemente tus palabras. Saludos.
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