La despechada
Harta de ser guionista de culebrones, decidió dejarlo todo y protagonizar su propia telenovela. Se operó los pechos y sedujo al guaperas del quinto, pero sus monosílabos no la satisficieron. Pensó luego en traicionar a su padre y terminó, como siempre, acompañándole al hospital.
Reharta, desenfundó la máquina de escribir.
Reharta, desenfundó la máquina de escribir.
Al final, las letras siempre son la mejor compañía. Además, nos permiten crear una realidad a medida, muy distinta a la que nos dibuja la vida, que tanto suele distar de nuestras expectativas.
ResponderEliminarUn saludo
En el idioma catalán hay una palabra, "lletraferit" (textualmente, "letraherido" y más literalmente, algo así como "amante de cultivar las letras") que podría definir a la protagonista, así como, -me atreviría a asegurar- a la mayoría de los que andamos por aquí.
ResponderEliminarSaludos, Ángel
Aunque en ocasiones la realidad supere a la ficción, tener una vida de culebrón (¿o un culebrón de vida?) no es tan fácil, jejeje. Menos mal que nos queda la opción de inventarla. Petons, Carles.
ResponderEliminarEstoy contigo, Luisa. A veces, simplemente, no se puede nadar contra corriente.
EliminarUn beso grande.
Me gusta muchísimo tu cuento. Nada como la fantasía para dejarse llevar.
ResponderEliminarCelebro que te haya gustado, María, pero lo que verdaderamente me alegra es que lo definas como cuento.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Es que es un cuento que además habla de los cuentos.
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