La respuesta de mi madre
¿Somos el llanto de Dios o el escupitajo del Diablo?, le pregunté a mi madre, que solía asistir a misa todos los domingos. Después de largo rato, contestó: los muertos nunca hemos tenido voz ni voto en ese diálogo de sordos. Seguí acariciando a mis gusanos y ella siguió rezando.
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