Mal sin remedio
Bebía los vientos por Graciela. Los vientos y cuantas infusiones me recetaba.
Siempre encontraba algo en su tienda para combatir mis aftas, tiña, caspa, sarna, halitosis, alergias, mareos, fobias, temblores y otras dolencias que de continuo me asediaban...
Mas, ¡ay, cruel Graciela!, nunca tuvo nada para mi mal de amores.
Siempre encontraba algo en su tienda para combatir mis aftas, tiña, caspa, sarna, halitosis, alergias, mareos, fobias, temblores y otras dolencias que de continuo me asediaban...
Mas, ¡ay, cruel Graciela!, nunca tuvo nada para mi mal de amores.
¡Qué bonito! Tenías que haberle pedido algo para la cobarditis.
ResponderEliminarNo estoy seguro de que el protagonista no se decidiera a tomar la iniciativa en algún momento, pero a veces no basta con eso. Cosas de la vida.
EliminarMuchas gracias, Patricia.
Un abrazo.
Enrique.
Igual, como dice la sabia Patricia, la salud del protagonista está aquejada del síndrome de la cobarditis; si fuera eso, podría superarse con esfuerzo y algunos nervios. El problema es que se trate de amor no correspondido, algo sin solución y cuyos efectos duran de por vida. También puede ser que la encargada del herbolario piense que no le interesa alguien con tantas goteras en apariencia. De lo que estoy seguro es de que si le enseña este relato se sentirá halagada y tendrá mucho terreno ganado.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique
Estoy seguro de que Graciela quería mucho al protagonista, aunque no en el modo que él hubiese deseado. Confío en que algún día otra chica, también muy agraciada, le hiciera olvidar a Graciela.
EliminarMuchas gracias, Ángel.
Un abrazo.
Enrique.
¡Ay, si el mal de amores tuviera remedio con algún emplasto o una simple tisana...!
ResponderEliminarEnhorabuena, Enrique, me encanta ese tono tan sincero, tan sencillo, tan... conformista (¿)
Un saludo.
Podríamos decir que había en su actitud una mezcla imposible de insistencia conformista, tan irracional como el propio amor a veces.
EliminarEn mi opinión el amor surge cuando el "aspirante" piensa que tiene posibilidades de ser correspondido. Quizá el protagonista no quisiera darse cuenta de la realidad.
Muchas gracias, Mª Jesús. Saludos.
Enrique.
Pobre ... si hubiera una fórmula magistral contra el mal de amores, más de medio mundo dejaría de sufrir, pero nos perderíamos preciosos poemas e increíbles canciones que sólo los autores con ese mal y en ese "estado" son capaces de escribir.
ResponderEliminarFelicidades Enrique, me gusta el relato.
Un beso.
Malu.
Pues quizá, acaso de rebote, sea esa la mejor fórmula: ir transformando el dolor en belleza; un poema cada ocho horas, una canción antes de cada comida..., y todos ganamos.
EliminarMuchas gracias, Malu.
Un beso.
Enrique.
No sé por qué, Enrique, pero cuando he leído tu relato, le he puesto rostro a Graciela: Juliette Binoche (en 'Chocolat'). Por lo demás, ¡impecable!, como todas tus historias.
ResponderEliminarVa mi 'Me gusta', acompañado de una tisana de admiración.
Saludos.
Pues no se hable más, José Antonio; con ella de protagonista no me importa haberlo escrito en primera persona. Se cierra el casting.
EliminarMuchas gracias. Como siempre, encantado de recibir tus generosos comentarios.
Saludos.
Enrique.
Dicen que el mal de amores se quita con otro amor. Evidentemente ese remedio no te lo podía dar Graciela.
ResponderEliminarMe gusta.
Saludos.
Pues has dado con la clave. La solución podía estar en cualquier sitio menos allí dentro. Por mirar el lado bueno, al menos era buen cliente.
EliminarMuchas gracias, Isidro.
Saludos.
Enrique.
Seguro que Graciela también tiene algo para el mal de amores, es tan resolutiva ...
ResponderEliminarNuestro personaje debería preguntar, tal vez le ofrezca una fórmula magistral, un buen consejo o con suerte una prometedora sonrisa.
Buen relato Enrique.
Saludos
Sí, esperemos que todo se arregle del mejor modo posible. Con un poco que cada uno ponga de su parte... Y si no se puede, pues qué se le va a hacer. Ojalá todos los amores fuesen correspondidos.
ResponderEliminarGracias por todo, Jose, y saludos.
Enrique