Mindfulness
Me gustan las moscas. Sí, ya sé que resulta extraño. Pero es que con ajo y tomate están muy buenas. Desde que me alimento de ellas me siento ligera y volátil y veo la vida bajo otro prisma. Además son gratis y no multan por recogerlas del contenedor de basura.
Ya dicen que las mejores cosas de la vida son gratis. También aseguran que somos lo que comemos. Hay que estar abiertos y, al final, como el cerebro es tan poderoso, todo es psicológico, las cosas están bien o mal, nos afectan de una forma o de otra según nos las tomemos.
ResponderEliminarPodríamos seguir diciendo cosas, por ejemplo, que de todo puede sacarse una utilidad,que es un error despreciar o pasar por alto lo cotidiano.
Mira que da de sí un cuento sobre moscas.
Un abrazo
Es que en estos tiempos hay quien prefiere vivir anestesiado para no enfrentarse a la realidad, aunque sea tan repugnante como comer moscas.
EliminarBesos!
Extraño microrrelato, si que se ven cosas fuera de lo común en estos tiempos, aún más que eso, y no se cuentan.
ResponderEliminarSaludos Patricia, y gracias por dejarnos una de esas situaciones.
Gracias, Óscar. Pretendía denunciar la depresión que afecta a muchas personas por la triste situación actual, a la que nuestros excelentes gobernantes se enfrentan con medidas como multar por rebuscar en los contenedores.
EliminarMe gustan mucho... tus relatos, Patricia. De las moscas, prefiero no comerlas. ;)
ResponderEliminarAgudo ingenio el tuyo para denunciar una situación tan real como dos mil moscas acudiendo a un panal de rica miel. Y mientras tanto, nuestros políticos mirando hacia otro lado.
Va un 'Me gusta' y mis deseos de suerte.
Saludos.
Gracias, José Antonio. Si sólo miraran para otro lado... Lo malo es tener que vivir en la sociedad que están arrasando impunemente.
Eliminar¡Besos!
Nos has evocado muchas cosas con estas moscas, Patricia. Tantas que yo me había despistado un poco. Machado habla en su célebre poema de una segunda inocencia que da en no creer en nada, y nosotros estamos llegando a la misma actitud aunque no por inocencia precisamente. El caso es que entre otras cosas nos obligan a ser pobres y luego nos multan por serlo. Tiene gracia, pero maldita, desde luego.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pos sí, Enrique. No he sabido hacer lo que quería. Crear un contraste muy impactante, hasta desagradable, entre lo que parece y lo que realmente hay detrás del conformismo del relato.
EliminarDespués del último desahucio, se me revuelve el estómago. No me gusta aprovecharme de las situaciones, pero, tal vez contarlo de forma tan repugnante es lo que nos merecemos y se merecen.
Tiempos mejores vendrán, sin duda.
Gracias por tu comentario y un abrazo fuerte.
A mí el relato me parece perfecto, y este comentario tuyo lo hace aún más bello. No siempre las cosas tienen que ser entendibles a la primera.
EliminarUn abrazo.
Buenísimo.
ResponderEliminarBien escrito, con mensaje, una buena dosis de sarcasmo y un final de cuento...
con moscas de postre.
La pena es que esto no lo leen los que comen caviar.
¡Nos leemos!
Muchísimas gracias, Ignacio. Puede que los del caviar no nos lean, pero nosotros seguiremos contando la realidad en la que no viven.
EliminarUn abrazo