Una pregunta
El anciano rechazó el brazo de su acompañante. Comenzaba a llover y gotas como lágrimas alcanzaban las cuencas de sus ojos, vacías de nacimiento. Se apoyó un instante en el muro antes de gritar: ¿ahora qué vais a hacer conmigo? Ninguno de los soldados del pelotón se atrevió a responder.
Tan cierto como que hay personas en las que se ceba el infortunio, no lo es menos que no existe respuesta para ello, menos van a hacerlo un grupo de soldados, adiestrados para obedecer sin plantearse nada.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tu comentario Ángel. Quizá haya un punto de respeto en los soldados o de miedo ante la entereza del . Un abrazo
ResponderEliminarBuen día Jerónimo,
ResponderEliminarMuy bien, mantienes un ambiente de tensión por todo el microrrelato.
Saludos.
Gracias Óscar si he logrado ese objetivo estoy contento con el relato. Un abrazo
ResponderEliminar