Una proposición indecente
Te observaba cada mañana subirte al metro. Recorriendo tus piernas interminables, soñando el sudor agrio de tu escote. Por fin te susurré, tan bajito que apenas un hilo de voz resbaló por tus hipnóticas orejas.
Y es que las cosas que nunca te dije empezaban a retumbar en mi cabeza.
Y es que las cosas que nunca te dije empezaban a retumbar en mi cabeza.
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