El despertar
Cada noche cuando se levanta de su puesto de trabajo para estirar las piernas, se acerca curiosa a la ventana para observar cómo se despierta Madrid. Hoy, además del impresionante amanecer que le ha alegrado el día, le han saludado los miles de coches que, sin respiro, escupe la M-40.
Madrid tiene el privilegio del cielo que le ha tocado, con sus amaneceres y puestas de sol que enamoraron a Velázquez; pero también esa procesión constante de contaminación y ruido. Dos contrastes en un relato con una ciudad protagonista, un homenaje.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por comentar. Te aseguro que los amaneceres de Madrid qué veo desde la décima planta de mi trabajo son impresionantes, al igual que la procesión inacabable de los coches.
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