El explorador estoico
Por lo que pudiera pasar, venía muy bien tener siempre guardadas en el congelador un par de barras de pan, decidió John Edward Quietman, aventurero de vocación tardía y estoico por naturaleza, como primer fruto de su estrategia de pensar en otra cosa mientras unos indígenas salvajes lo devoraban vivo.
Muy flemático tu hombre quieto, Enrique. Seguro que era inglés.
ResponderEliminarSaludos de San Esteban
Inglés, y del mismo Inglaterra, diría yo. Lo que no sé es si le quedó algún sentimiento de perdón hacia los agresores como a aquel San Esteban (acabo de buscarlo en la wiki, por curiosidad).
EliminarGracias, Notincgas, y saludos de mi primo Fernando, que también se las trae.
¡Qué bueno, Enrique! Estoico y con estilo.
ResponderEliminarSaludos del doctor Lecter.
Muchas gracias, Patricia. Hay que procurar siempre no perder las formas.
EliminarGuardaré algo en el congelador para Lecter, por si le da por venir.
Un abrazo.
Pues sí que era tranquilo el hombre, sí... Me has hecho reír al final, Enrique; lo siento si iba la cosa muy en serio. ;)
ResponderEliminar¡Ah!, San Lorenzo también le manda recuerdos, Notincgas. ¡¡Je, je, je!!
¡Enhorabuena!, Enrique y un abrazo.
El día que escriba algo así en serio empezaré a preocuparme, ja, ja!! (con una sonrisa valía). Sí que era tranquilo el hombre, cosa que agradecerían los indígenas porque si no la carne sabe mal, por la androstenona, dicen...
EliminarMuchas gracias Mª Jesús, Un abrazo.
Ufff!!! Hay que ver q dónde llevan las aventuras...
ResponderEliminarMuy bueno Enrique.
Besos.
Malu.
Yo de momento me conformo con emociones más tranquilas; prevenir que no falte pan en casa y todo eso. Si algún día me llega la vocación me temo que será también tardía...
EliminarMuchas gracias, Malu, y besos.
Si es que todo está en la mente, de todas maneras, si que es tranquilo tu explorador, de ahí lo de Quietman. Este mes estás que lo tiras, Enrique.
ResponderEliminarFelices fiestas
Todo un ejemplo de temple, aunque no sé si tendría el mismo con los niños de mi amigo Luis.
EliminarMuchas gracias, Ángel, por tus generosas palabras. Te esperamos pronto.
Un abrazo.
Estoy por asegurar que ni al pensar en esas barras congeladas se estremeció lo más mínimo. ¡Muy bueno!
ResponderEliminarSaludos.
Fina
Y si no aún le quedaba el recurso de limpiar el monóculo con la punta de la camisa.
EliminarMuchas gracias, Fina, me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo.
Un humor muy bueno, si señor, me ha encantado. Gracias,
ResponderEliminarSi te ha gustado y divertido ya es bastante. Muchas gracias, Carmen, por tu estimulante comentario.
EliminarSaludos.
Me ha recordado las películas en blanco y negro de Tarzán y cómo rescataba a los avariciosos aventureros de las fauces de las tribus caníbales. Seguro que en este caso Tarzán también está al caer.
ResponderEliminarGran relato Enrique.
Saludos.
Muchas gracias, Jose. Posiblemente esas mismas películas me hayan sugerido la historia. Ya oigo el grito de Tarzán, ?llegará a tiempo?
ResponderEliminarSaludos
La próxima vez que meta pan al congelador pensaré en Edward. Muchas gracias!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Dani, por leerme y comentar, pero sobre todo por honrar la memoria de tan humilde trotamundos.
ResponderEliminarSaludos.
Enrique, tu explorador, amén de estoico, flemático y previsor, me da que también era un tanto vanidoso. ¡¡¡Guardó el pan para que los indígenas (¿salvajes o hambrientos?) hicieran sopones ya que se consideraba un dandi de los de toma pan y moja!!! Y eso hicieron, literal y literariamente: con su pan, se lo comieron.
ResponderEliminarSimpátiquísima historia que nos arranca una, dos y tres (y algunas más, a buen seguro) risas, que son de agradecer como el pan nuestro de cada día.
Un fuerte abrazo y ¡feliz 2015!
Pues no descarto que fuera algo engreído. Y siendo así, su segundo pensamiento fue para la fogosa Elizabeth (quien mejor apreciaba su bello cuerpazo) y aquellas tardes de verano solos en el cottage de papá. A ella le gustaba mordisquearlo dulcemente ascendiendo despacio desde los pies...
EliminarA estas alturas su grado de abstracción era tal que tuvo que emprender el cálculo mental de una interminable raíz cuadrada para acallar las risitas picaronas de los miembros femeninos de la ¿comitiva?
Muchas gracias por tus comentarios, José Antonio. Animan siempre bastante. Un fuerte abrazo y mis mejores deseos para 2015.