La última prueba
Un hombre que había dedicado toda su vida a la oración, al llegar al Paraíso mira a su alrededor. Incrédulo, e incapaz de dominar el rencor le pregunta a Dios:
—¿Cómo es que están también aquí mis enemigos?
—Parece que me equivoqué —suspira Dios abatido—. Contigo. Vete de mi lado.
—¿Cómo es que están también aquí mis enemigos?
—Parece que me equivoqué —suspira Dios abatido—. Contigo. Vete de mi lado.
Digno de reflexión. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias por comentar, Carmen. Me alegro de que haya gustado.
EliminarComo juzgamos a los demás, sin ni siquiera hacernos una autocrítica, ni en el momento de morir para irnos con las ideas claras,que tercos somos!!! Me hace reflexionar...gracias
ResponderEliminarLo has definido muy bien. Somos tercos hasta el final. Gracias a ti por tu comentario.
EliminarNo por mucho rezar uno es más cristiano. Me has hecho retroceder a mi infancia-adolescencia cuando veía que personas que no ser perdían una misa eran incapaces de ayudar a su semejante. ¡Buen relato!
ResponderEliminarSaludos.
Fina
Así es, Fina. Hay muchos de esos por el mundo. Gracias por el comentario.
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