Dulce velo
Con un solo gesto Emma silencia el despertador y coge un caramelo. Sabor limón, celofán violeta. Lo saborea camino a la fábrica. Al salir llena sus bolsillos, sospecha que se lo permiten.
Vuelve a casa evitando las callejuelas estrechas y sombrías; satisfecha, cuenta sus pequeñas joyas cubiertas con irisados envoltorios.
Vuelve a casa evitando las callejuelas estrechas y sombrías; satisfecha, cuenta sus pequeñas joyas cubiertas con irisados envoltorios.
Pues posiblemente no tendrá nada que ver, pero, al leerlo, se me ha venido a la cabeza que Emma tiene Síndrome de Down. No sé por qué... Tal vez por la ternura que evoca. En cualquier caso, Precioso!
ResponderEliminarMe había imaginado una chica decepcionada, cansada de fracasos, que había decidido renunciar a las sorpresas, quedarse con la rutina más dulce, su trabajo en la fábrica de caramelos y sus paseos.
EliminarEn fin, es una posibilidad. Me gusta mucho tu interpretación.
Un saludo Patricia.
Una manera de endulzar la soledad. Entrañable y emotivo. Me ha encantado, José. Saludos
ResponderEliminarCada momento y cada circunstancia tiene su parte positiva y enriquecedora.
EliminarGracias por tu comentario, saludos Juana.
Los caramelos, que tan bien describes como unas "pequeñas joyas" de "iridisados envoltorios" a las que se ha hecho adicta, ayudan a esa mujer a sobrellevar su existencia, incluso le sirven de velo o barrera frente a otras experiencias que teme que pudieran amargarla. Sencillo y no exento de profundidad.
ResponderEliminarUn saludo
Lanzarse al vacío o poner freno, el carácter y las experiencias nos van marcando el camino. Lo importante es saber encajar bien los golpes o saborear sin empalago los dulces caramelos.
EliminarUn saludo Ángel.
Creo que todos deberíamos buscar esos caramelos en nuestra vida por muy adversas que puedan ser las circunstancias.
ResponderEliminarUna preciosa historia minimalista contada con una increíble economía de palabras que, sin embargo, no resta elegancia al texto. "Me gusta" mucho.
Enhorabuena, Jose, y saludos.
Esos caramelos nos endulzarían a nosotros y por contagio a los que nos rodean.
EliminarGracias Enrique. Un abrazo.
Unos caramelos que le sirven de coraza y también (¿por qué no?) de refugio al rememorar su infancia. Va mi "Me gusta".
ResponderEliminarSaludos.
Fina
A veces nos protegemos no queriendo ver, otras veces reinterpretando lo que vemos.
EliminarGracias Fina, saludos.
En mi interpretación, simbolizo en esos caramelos aquellas pequeñas cosas que la vida nos ofrece y nos pone al alcance de la mano. Joyas estas, que generalmente somos incapaces de percibir por mucho que briillen ante nuestros ojos. Bonito relato, José.
ResponderEliminarJoaquín Grau
Puede que ese brillo nos ciegue o que no tengamos la determinación suficiente para agarrar con fuerza ese regalo inesperado.
EliminarUn saludo Joaquín y gracias por tu comentario.
Encontrar el caramelito,no es tan fácil aunque su envoltorio sea llamativo cada uno buscamos el nuestro,Tu lectura ha sido ahora mi" Caramelito". Me gusta
ResponderEliminarEl placer de descubrir nuevos sabores y disfrutarlos a menudo a partir de ese momento.
EliminarGracias Burbujita y dulces experiencias.
Emma ha encontrado el secreto, pequeños placeres que llenan toda una vida.
ResponderEliminarQuizá sea un camino sin riesgos ni sorpresas, pero ¿merece la pena arriesgar si se ha dado con la clave?
Me gusta tu relato, saludos Jose.
Eli Trias.
Sí, pero somo capaces de reconocer lo que nos interesa cuándo lo vemos?
ResponderEliminarGracias por tu comentario Eli.
Saludos.