Cuando tarde no es mejor que nunca
Lentamente fue subiendo las escaleras. Una vez en la azotea, sudoroso y sin apenas aliento, se regaló unos minutos de descanso. Con la luna como única compañía, brindó por su quincuagésimo cumpleaños. Por fin le sonó el móvil. Demasiado tarde: botella, copa y él ya se habían lanzado al vacío.
FNR, me ha gustado tu micro aunque me deje un poso de tristeza.
ResponderEliminarA veces no debemos dejar para más tarde ciertas llamadas pues el tiempo corre en nuestra contra.
Va mi me gusta.
Un saludo y que tengas buena semana.
Pablo.
P.D. ¿No sería Clark Kent tu protagonista?
Me temo que no.
Gracias por tu comentario, Pablo. Como bien dices, a veces no parece sino que pensemos que disponemos de todo el tiempo del mundo cuando de sobras sabemos que no es así.
EliminarSaludos.
P.D. Me resulta prácticamente imposible imaginarme a un Clark Kent madurito ;)
Como bien dice tu título, hay ocasiones en las que el término "tarde" es más bien sinónimo de "nunca". Todo tiene su momento, aunque haya refranes que digan lo contrario. El problema de tu personaje, claramente de soledad y falta de atención, no se podía solucionar con una melodía de teléfono en el último momento. Quizá su error fue esperar sentado a que le llegase el afecto, cuando tal vez hubiera sido mejor salir a compartir lo mejor de sí mismo.
ResponderEliminarSaludos
Yo prefiero pensar que esa llamada no era de ningún número desconocido y que consiguió dibujarle una sonrisa, aunque fuera de resignación.
EliminarGracias por tus palabras, Ángel.
Saludos.
Casi puedo palpar la soledad, la angustia y la determinación de tu protagonista. Y muchas son las historias que pueden haberle conducido hasta esa azotea.
ResponderEliminarMe gusta cómo me han brotado las imágenes mientras te leía.
Un saludo.
Sin duda mi protagonista llegó a la conclusión de que peor que una vida en soledad es la perspectiva de una vejez solitaria.
EliminarGracias por tu comentario, Margarita.
Saludos.
Angustioso final. Tal vez debió dar un paso atrás y llamar él primero. Un abrazo.
ResponderEliminarSin que sirva de precedente, estoy de acuerdo contigo, Grau: tendría que haber organizado una fiesta de cumpleaños.
EliminarUn abrazo.
Tu relato me ha generado desde el principio cierto desasosiego. No sé por qué pero intuía algo que, final y desgraciadamente, terminó por suceder. ¿Se puede decir más con menos? La soledad más terrible y sus fatales consecuencias.
ResponderEliminar¡Espléndido, Fina! Va mi 'Me gusta' y mi reconocimiento.
Un fuerte abrazo.
La soledad no deseada suele ser devastadora, sobre todo aquella que se nos presenta disfrazada.
EliminarGracias por esas palabras tan amables que siempre dedicas a mis historias, José Antonio.
Un abrazo.
En esos minutos de descanso con que se regala está, para mí, el alma del relato.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Fina.
Enhorabuena y un abrazo.
Me alegra que te haya gustado, Enrique, y sobre todo saber que coincidimos en esa lectura. Dicen que la vida es un regalo que se nos ofrece. En el caso de mi protagonista, también la muerte, ya que un cumpleaños sin regalos parece menos cumpleaños.
EliminarUn abrazo.
Cuando uno elige la soledad se siente libre; pero si es la soledad la que te elige a ti, puede llegar a ser desesperante. Así veo a tu protagonista en su 50 cumpleaños. Muy bien relatados estos últimos y tristísimos momentos de una vida, Fina. Saludos
ResponderEliminarGracias, Juana. Como ya he comentado, yo no me imagino nada peor que la perspectiva de una vejez con la única compañía de esa señora.
EliminarUn saludo.
Esa soledad, ese subir la escalera, la botella, los cincuenta años que no sé si pueden pesar más que esa soledad. Muy triste, pero muy bueno. Yo digo, cómo apuntan por aquí arriba, que por qué no llamó antes de saltar... Nunca lo sabemos, o sí...???
ResponderEliminarBesos Fina.
Malu.
Tal vez la respuesta podría ser algo tan simple como que ya estaba cansado de la vida... o de esa soledad... o de tener que llamar él siempre.
EliminarGracias por tu comentario, Malu.
Un abrazo.