Malditas confianzas
Confió en su padre, pese a todas las palizas. Confió en su mujer, pese a los cuernos. Confió en sus hijos, pese al internamiento en una residencia. Confió en los Bancos y el Gobierno, pese a dejarlo sin ahorros ni pensión. Confió en Dios, pese a acabar en el infierno.
La confianza da asco. Tienes mi me gusta.
ResponderEliminar¡Buena suerte!
Virginia
Ya se sabe... donde hay confianza, da asco!
ResponderEliminarMuy buen relato.
Mi saludo y mi me gusta.
Dicen que todos necesitamos a alguien en quien confiar, y la Biblia resalta aquello de "¡ay del solo!", pero después de la realidad que reflejas, con esa efectiva secuencia en progreso, lo extraño es que al protagonista no le hayan dado ganas de volverse ermitaño.
ResponderEliminarUn abrazo, Rafa
Supongo que tu personaje, tras ese periplo vital creciente, terminaría siendo un desconfiado de tomo y lomo. De lo contrario, tendré que pensar que era un tonto redomado. Eso sí, también un pobre desgraciado.
ResponderEliminarVa mi 'Me gusta' y un saludo.
Pobre hombre... ¡qué dos vidas de infierno!
ResponderEliminarAhi te va mi "me gusta"
Demasiadas confianzas, pobre ...
ResponderEliminarDesgraciadamente muchas personas son así de confiadas y luego, pasa lo que pasa ...
Besos.
Malu.
Santo varón... aunque acabase en el infierno. Al menos que tenga un reconocimiento póstumo (y aunque sea una ficción... como dice Malu, hay gente real que es así).
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Me parece a mí que le faltó la confianza en sí mismo. Y no creo que la encuentre entre las altas temperaturas infernales.
ResponderEliminarUn saludo, Rafa.